Todos son mayores de edad, y sin embargo están sentados detrás de un pupitre, en un aula de clase. Algunos son casados, otros no tienen pareja, incluso hay madres solteras. Son las 15:00 del miércoles 22 de julio del 2015, y las 38 personas que se encuentran en la Unidad Educativa Emaus Fe y Alegría tienen algo en común: ninguno terminó el colegio.
No son bachilleres, pero gracias al programa de bachillerato acelerado impulsado por el Ministerio de Educación, regresaron a las aulas. Con una modalidad de estudio intensivo, podrán terminar en cuatro meses, lo que en el sistema regular de educación les tomaría un año lectivo.
Martha García, rectora del plantel, explica que solo en ese establecimiento hay 179 alumnos inscritos para beneficiarse del bachillerato acelerado. Mientras camina por los patios vacíos del colegio, donde estudian 1 234 alumnos en horario matutino, cuenta que prestan las aulas para que en la tarde se lleve a cabo el proyecto de estudios intensivos.
De los 179 inscritos, a 38 les faltó terminar solo sexto curso, 44 no cursaron por los dos últimos años y a 110, les faltó completar tres años. Por lo tanto no todos entran al mismo nivel, pero todos se benefician. Aquí podrán terminar un año lectivo en cuatro meses; dos años lectivos, en siete meses; y tres años, en 10 meses.
Los alumnos que están en esta clase son los que deben concluir solo el último año. Se graduarán en noviembre y al momento, están haciendo un ciclo propedéutico y repasando técnicas de estudio.
Entre ellos está Luz Pastrano, de 27 años, quien llegó hasta el último trimestre de sexto curso y no pudo concluirlo por una emergencia médica: debió ir al hospital a dar a luz.
“El colegio en el que estaba era de renombre y de prestigio, y en esos años era un tabú que una chica estuviera embarazada, por lo que no me permitieron regresar a clases”, recuerda.
Se dedicó a cuidados de su hijo, y los estudios pasaron a segundo plano. Ella es auxiliar contable y debió renunciar a su trabajo para poder estudiar. Su horario era de 08:00 a 17:00, lo que le impedía ir a clases. Reconoce que los USD 500 que ganaba le servían de mucho, pero ahora su prioridad es esta. Su esposo la apoya. Su plan de vida es estudiar. Primero terminó sus estudios él, y ahora es su turno. El sacrificio lo hace -dice- por amor a sus dos hijos de 10 y 6 años.
Esperan que posteriormente permitan ingreso de personas de más edad. Asegura que hay gente más adulta con muchas ganas de estudiar. Dice haber visto personas que luego de ser rechazadas por su edad, se fueron llorando, desmoronados.
Laura Naranjo, directora de Fe y Alegría, explica que para beneficiarse de este proyecto, las personas deben reunir algunos requisitos. Deben ser jóvenes de entre 20 y 29 años que no empezaron o no terminaron el bachillerato, deben contar con el pase de su último año aprobado y con toda la documentación legalizada, y deben tener un rezago escolar de al menos tres años.
Naranjo explica que los alumnos menores de 20 años están aptos para entrar al sistema educativo regular, y los de más de 30, tienen otras alternativas como estudiar en los planteles nocturnos. Esa fue la disposición que recibieron del Ministerio de Educación.
Augusto Espinosa Ministro de esa cartera de Estado, explicó que esas reglas regirán durante el 2015, año en que se beneficiarán 10 000 estudiantes con este sistema. No obstante, en el 2016 se tomarán en cuenta a alumnos de mayor edad. Se pretende que el año entrante el número de beneficiarios sea de 50 000 más.
Pero quien piensa que cursar por el bachillerato acelerado es sencillo, se equivoca. Los alumnos estudian de lunes a viernes, de 14:00 a 21:30 y los sábados de 07:15 a 15:00. El estudio es intensivo. Ven todas las materias tal cual exige el pénsum regular. Precisamente debido a la exigencia, no solo Pastrano ha tenido que renunciar al trabajo.
Cuando Fernando Cueva, tenía 18 años, dejó de estudiar por trabajar. Hoy, a sus 24 años, dejó de trabajar para estudiar. No terminó el bachillerato salió porque su oficio de aquel entonces le exigía viajar. No tenía hijos ni responsabilidades, solo que se acostumbró a independencia económica. Cuando se enteró de esta oportunidad, estaba trabajando en otra empresa privada, pero renunció para dar prioridad al estudio. Se dio cuenta que si en realidad quería cumplir su sueño de ser diseñador gráfico publicitario, antes debía obtener su título. Vive en la Magdalena, por lo que llegar al Colegio Fe y Alegría, no le toma más de 20 minutos.
Fe y Alegría es un aliado estratégico del Ministerio, por lo que facilita las instalaciones para que el ciclo acelerado pueda dictarse. En este plantel, por ejemplo, se reciben a los alumnos que quieren formar parte del plan, que pertenecen a los distritos 6 y 4, es decir, sur y centro histórico. Pero hay otros planteles de Fe y Alegría que también son utilizados.
El de Llano Grande, recibe a personas que pertenecen a los distritos 2,5 y 1 que viven en las zonas de Calderón, Carapungo, la Ofelia, Carcelén. El establecimiento educativo ubicado en La Ecuatoriana, agrupa al distrito siete, es decir quienes viven en el extremo sur de Quito. Los tres planteles ya están operando. Sin embargo, se tiene planeado que para el 3 de agosto estén habilitados seis planteles en Pichincha. Es decir, se sumarán unidades en Puembo, Pintag y Sangoquí.
A escala nacional se trabajará con 20 establecimientos educativos: 13 pertenecientes a Fe y Alegría y siete planteles estatales.
Para Jahaira Espinoza, de 25 años, el haber dejado el colegio fue la peor decisión que ha tomado en su vida. Dejó de estudiar por locuras de la juventud. Se enamoró y decidió abandonar los libros para pasar más tiempo con su novio, con quien convive ya ocho años.
Es asistente médico, trabaja en una clínica de traumatología. Debió cambiar de horario. Trabajaba de 12:00 a 20:00, pero hoy entra a las 07:00 y sale a las 14:00. Entra a clases un poco atrasada, a las 14:30, pero aprovecha el recreo para igualarse la materia. ¿A qué hora come? en el bus, responde.
Cuando termina la jornada académica, llega a su casa a las 22:00, pero antes debe retirar a su hijo de cuatro años. Alista las cosas, atiende a su pequeño y a su esposo, limpia la casa, y hace deberes.
Cuenta que iba a entrar a un colegio a distancia pero unos conocidos le advirtieron que no todos esos establecimientos son legalizados, que a veces se cierran inesperadamente, y que pueden ser una pérdida de tiempo y dinero, por lo que acudió al Ministerio de Educación para averiguar qué opciones tenía. Entonces se enteró del bachillerato acelerado. Quiere seguir la universidad, alguna carrera relacionada con instrumentalización quirúrgica.
Ella se retiro en segundo semestre de sexto curso. “Si me hubiese dado cuenta de lo que hacía. Si no tienes un título no eres nadie”, reconoce.
La organización del bachillerato acelerado estará a cargo en este plantel de una coordinadora rectora Natalia Pérez y va a ser personalizado. “Queremos que los estudiantes tengan un acompañamiento más cercano para evitar deserciones. Si iniciaron, que terminen”, señala Pérez. Las inscripciones se abrieron el 7 de julio y se extenderán hasta finales de mes.
Los alumnos dicen que al momento tienen el problema de no contar con medios para regresar a casa, debido a la ubicación del plantel. Están viendo la posibilidad de contratar un recorrido.
Algunos alumnos que cuentan con vehículo tratarán de ayudarlos. La idea es que se dividan por sectores y se ayuden a movilizarse. Todo sacrificio vale la pena, para finalmente poder gritar: ¡que vivan los bachilleres de la República del Ecuador!