El baile urbano, conocido como ‘breaking’, es uno de los cuatro elementos que conforman la cultura hip hop.
Es por eso que hablar del ‘break’ implica sumergirse en una subcultura dentro de otra subcultura.
Este movimiento surgió en los barrios pobres de Nueva York, a finales de la década de los setenta. En ese entonces, era común que jóvenes afroamericanos e hispanos bailaran sobre bases de funk durante los recesos o ‘breaks’ de las fiestas (de ahí proviene su nombre).
Con el tiempo, la actividad tomó fuerza y empezaron a conformarse grupos que aumentaron la dificultad de sus movimientos y exportaron la tendencia a otras fronteras.
Las primeras huellas de este tipo de baile en el país aparecieron a finales del siglo XX. En ese entonces, quienes ensayaban los pasos básicos en las calles eran en su mayoría seguidores de la música rap.
Así lo recordó Sebastián Sánchez, conocido en el underground como B-boy Slash. Este bailarín de 28 años, que se desempeña como profesor de educación física, forma parte de la agrupación Five Worlds.
Luego de ese primer encuentro, los fanáticos del baile empezaron a autoeducarse y especializarse con películas clásicas que retrataban la vida en el Bronx y Queens, como The Warriors y Beet Street.
Esa semilla audio visual germinó un sentido de unión, solidaridad y hermandad que se vio reflejada en la conformación de las primeras ‘crews’ o grupos de b-boys (bailarines).
Por lo general, quienes practican el break ensayan sus movimientos en las tardes. Esto porque en la mañana, la mayoría estudia, trabaja o tiene otras obligaciones que hacer. Ese es el caso de Daniel Mejía, más conocido en la escena como B-boy Crash. Él trabaja a medio tiempo y a partir de las 17:00 asiste todos los días al parque Qmandá, en el Centro Histórico. Ese espacio es una suerte de ‘trinchera’ para los breakers. “Ahí nos reunimos a diario decenas de breakers para entrenar y compartir experiencias con la gente”.
Algo que caracteriza a los b-boys es la disciplina para fortalecer su cuerpo y mejorar su concentración. Así lo ha notado Miguel Beltrán, alias Sony, quien a diario hace series de flexiones de pecho y barras. “Se necesita de mucha fuerza y técnica para el baile”.
Un pequeño reproductor con puerto USB es indispensable para reproducir las melodías de Afrika Bambata, Kurtis Blow o de grupos icónicos del rap funky de 1993, como Lords of the Underground, Mad Lion o KRS One. En ese sentido, los b-boys aún prefieren la música de la vieja guardia.
Los característicos pantalones anchos (baggies) de a poco fueron reemplazados por indumentaria más cómoda, que permita un mejor desempeño en la pista de baile.
Henry Morales, 28 años y uno de los b-boys más destacados del país, sabe que es poco probable pensar que aquí se pueda vivir del baile. Pero confía en que la ‘cultura crezca’ y que la gente respete más a los seguidores del break.
Así, entre caídas, golpes y el doloroso cemento, los b-boys mantienen encendida la llama de la esperanza de los barrios, como ocurrió en Nueva York.