Hay autoexclusión por principios

En el barrio La Mariscal de Quito, Eduardo Pichilingue Ramos tiene un bar que es sensación ahora: el Café Democrático, en donde se abre las puertas a las diversidades. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

En el barrio La Mariscal de Quito, Eduardo Pichilingue Ramos tiene un bar que es sensación ahora: el Café Democrático, en donde se abre las puertas a las diversidades. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

En el barrio La Mariscal de Quito, Eduardo Pichilingue Ramos tiene un bar que es sensación ahora: el Café Democrático, en donde se abre las puertas a las diversidades. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Cumbres y contracumbres, Hábitat y ‘Contra Hábitat’. Ese es un escenario común cuando este tipo de mega reuniones ocurren. Y en todas se utilizan términos que se convierten en un denominador común: la inclusión de los excluidos. Eduardo Pichilingue Ramos ha tenido un trabajo en defensa de los indígenas no contactados, con el colectivo Yasunidos. Acepta conversar sobre el uso de estas palabras.

En todas estas cumbres y contra cumbres, en los discursos políticos se instalaron los términos inclusión y exclusión, pero ¿su uso es un avance?

La exclusión existe, es algo tangible, de todos los días. Es un camino labrado por los que tienen más posibilidades, más poder, y que empujan al resto a seguir ese camino. Pero la exclusión no es la misma para todos y tiene niveles. La más grande es la de los indígenas aislados y ellos, además, parten de otro lugar, porque se autoexcluyen de la sociedad para la cual su existencia implica hacerlos a un lado de los planes de esa sociedad.

Pero su uso forma parte del discurso político, se habla de políticas inclusivas...
Se ha incorporado al lenguaje político porque vende entre los excluidos, que son la mayoría. No ha cambiado en lo sustancial, aunque sí en la forma. Las exclusiones se han ido agudizando con el crecimiento poblacional, con una serie de factores que hacen que cada vez sean más visibles. En ese momento es más fácil decir en el discurso que están trabajando a favor de los excluidos y que van a incluirlos. El eslogan ‘La patria ya es de todos’ quiere decir que todos formamos la patria, que estamos construyendo al gran país. (Una pausa.)
Pero...
Claro, sin embargo la cosa no es tan así. Hay grandes sectores que son excluidos y eso no ha cambiado. La tendencia es que lo sean cada vez más por la concentración de poder. El propio Banco Mundial ha señalado que la concentración es uno de los principales problemas de la economía. Es como cuando uno juega al Monopolio: hay uno que arrasa con todos los demás que terminan diciendo: “ya no quiero jugar”.

Y en estas cumbres que hablan de inclusión, hay los excluidos de siempre que tal vez prefieran seguir así...
Son cosas que se dan, pero están dadas por otras formas de violencia que provienen del mismo principio de cuando impera el capital. Ocurre con los indígenas aislados y en las ciudades, como en la costa. En casos como de Engabao o Muisne, la gente está siendo desplazada de diferentes maneras pero con el mismo fin: usar esos espacios para las corporaciones de turismo.

¿Y cuando hay algo como una exclusión desde la clase media, los activistas, colectivos, que más parecen una resistencia?
Hay también la autoexclusión por principios. En el capital radica que todo el sistema sea como es y la gente comience a resistir. No creo que todo el mundo sepa cuáles son los principios de ese capitalismo, pero sí sus consecuencias. Hay gente que lucha por diferentes cosas, como la igualdad de género o los temas ambientales.

¿Con quién se tiene que hablar? ¿O con quién hablar sino con el Estado? Y cuando unos se acercan al Estado, otros lo entienden como una traición...
Me ha pasado. Yo fui parte de este Gobierno y no lo puedo negar. Pero no mucha gente, cuando pasa por el Gobierno, no asume la posición de servidor público sino de servidor del Gobierno de turno. Y eso se traduce en esa desconfianza que tiene el resto de los que se sienten excluidos y de los activistas. A estas alturas, es impensable que alguien de estos sectores decida participar de un gobierno.

¿La exclusión va de la mano con la resistencia?
Porque el que es excluido intenta resistir esa exclusión, como los indígenas aislados.

Si es una exclusión que se vive todos los días, ¿cómo es esa resistencia cotidiana?
Es una resistencia que se convierte en una forma de vida. Hay algunos que toman más medidas, otros menos, pero finalmente eso le da coherencia a esa resistencia. En el activismo también hay diferentes niveles: en su vida cotidiana, hablar, decirlo, levantar la voz y salir a la calle.

¿Y usted se siente un excluido?
Siempre he sido claro: no provengo de los sectores sociales más excluidos. Y si bien se vive una suerte de exclusión porque no estamos al mando de todas las cosas, evidentemente se siente mucho menos. Yo asumo esta posición cuando comienzo a ver la exclusión que sufren otros. Tener conciencia de que eso está pasando y no hacer nada es impensable. Es algo personal: me quita el sueño.

Si hay un acuerdo es que las cumbres y más aún las contracumbres no se traducen a la vida cotidiana de la gente...
He participado de los dos lados. Son espacios para conocer otras personas que piensan como uno, hacer contactos, posibilidades de trabajo, entablar una relación más de tipo social que adoptar políticas reales que hayan cambiado algo en el entorno. Las contracumbres se hacen por principios. Hay una cumbre que propone algo que vulnera nuestros derechos o los derechos de otros que son vulnerables. Y me parece lógico que se organice una contracumbre a una cumbre que pretende imponer un modelo que vulnera derechos de otros.

¿A pesar de las declaraciones que no llegan a ningún lado?

No llegan a ningún lado. Es simplemente una forma de decir que estamos aquí, que somos bastantes y somos visibles. De lo contrario parecería que todo está bien. Estas es la razón de ser de las contracumbres y está bien que sea así.

Eduardo Pichilingue Ramos 

Lima, 11 de octubre de 1972. Es ecólogo por la U. San Francisco. Se ha dedicado a temas de conservación y protección de los territorios indígenas amazónicos. Fue director del Centro de Derechos Económicos y Sociales (CDES), miembro de la Fundación Ecociencia y ahora de Yasunidos. Fue parte del Ministerio de Ambiente (2008 y 2010).

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