La práctica del Krav Magá lo pone fuerte, firme y alerta

Durante los entrenamientos, los  participantes se alistan para afrontar situaciones reales. Utilizan patadas, puñetes.

Durante los entrenamientos, los participantes se alistan para afrontar situaciones reales. Utilizan patadas, puñetes.

Durante los entrenamientos, los participantes se alistan para afrontar situaciones reales. Utilizan patadas, puñetes. Foto: Pavel Calahorrano / EL COMERCIO

Con la frase “¡párale el carro a los abusadores!”, diferentes centros de acondicionamiento promocionan Krav Magá, disciplina de combate de contacto que proporciona técnicas de defensa personal.

Lo hace a través de un entrenamiento basado en rutinas de ejercicios simples y naturales, que también otorgan resistencia física, fuerza muscular, ­coordinación, elasticidad. Adicionalmente, los participantes ganan velocidad y mejoran su capacidad de reflejos.

Apareció en Israel y ahora es practicado en países como Argentina, Perú, Colombia, Brasil y Ecuador. Hombres y mujeres de diversas edades se han sumado a las clases alrededor del mundo. “Cada vez hay más mujeres, aunque prima la presencia masculina”, contó Santiago Abad, instructor.

La práctica del Krav Magá es fuerte, agotadora, demandante. Se calcula que en una clase de 60 minutos se queman entre 400 y 500 calorías.  Inicialmente, se practicaba únicamente para sortear algún peligro en la calle: robo a mano armada, por ejemplo. Ahora, también está en la agenda de los deportistas por sus múltiples beneficios físicos y aní­micos, pues eleva la autoestima y otorga confianza.

"Te sientes más segura cuando caminas porque cuentas con herramientas para defenderte, pero también estás más activa, con ganas de hacer más actividad física", aseguró Érika Taborda, practicante.

Ella se sumó a los entrenamientos en enero de 2017, después de sufrir tres asaltos, y ahora ya busca involucrarse en actividades como el montañismo. De esa necesidad de verse y sentirse saludable, precisamente, aparece Krav Magá Fitness, una variante que mantiene la esencia de la disciplina, pero que añade ejercicios más funcionales y localizados.

Antes de lanzar una patada, por ejemplo, los participantes ejecutan una sentadilla. Si van a dar un puñete, previamente hacen una flexión de pecho. De acuerdo con el especialista, el Krav Magá tiene influencias de varias disciplinas de lucha. Por esa razón, durante las prácticas pueden evidenciarse movimientos derivados del boxeo, judo, lucha libre, muay thai, entre otros.

La gran mayoría de los ejercicios se cumple con el peso del propio cuerpo. La clase dura entre 60 y 75 minutos. Antes de iniciar la práctica, los alumnos calientan músculos y articulaciones, para evitar lesiones en la clase. Tras culminar la jornada, en cambio, estiran para reducir el dolor muscular al día siguiente.

En la lista de los recursos para frenar a un atacante están: puñetazos, patadas, defensa con articulaciones (codo-rodilla), cabezazos, maniobras de huida, de ahogamiento, contra armas blancas o de fuego.

Abad recomienda asistir a las clases entre tres y cuatro veces por semana. Solo así verá resultados a mediano plazo. Cuando la práctica es ‘lenta’, los participantes demoran en ganar agilidad y en mejorar la coordinación.

La progresión se refleja en el color del cinturón que luzca cada participante: hay amarillo, naranja, verde, azul, marrón y negro.
Durante los entrenamientos, muchos participantes utilizan guantes y casco para protegerse, aunque lo ideal es entrenarse únicamente con los recursos que se tendría mientras se camina por una plaza, un parque u otro escenario.

Los encuentros también se vuelven vivenciales cuando el instructor utiliza recursos como un cuchillo, bate o pistola de goma. “La idea es preparar a los alumnos para afrontar una situación real”. De esa manera, asegur, Taborda, es más fácil reaccionar frente a un imprevisto.

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