El arte callejero entra en el museo

Obras de arte urbano se exhiben en Art 42 un museo de arte urbano en París. Otras obras de artistas callejeros han llegado a distintos museos del mundo. Foto: AFP.

Obras de arte urbano se exhiben en Art 42 un museo de arte urbano en París. Otras obras de artistas callejeros han llegado a distintos museos del mundo. Foto: AFP.

Obras de arte urbano se exhiben en Art 42 un museo de arte urbano en París. Otras obras de artistas callejeros han llegado a distintos museos del mundo. Foto: AFP.

Con una muestra del enigmático Banksy en Roma e intervenciones de JR en el Louvre y de otros grafiteros en la Villa Medici, el arte callejero se está abriendo camino en los museos y este mes (octubre) se inaugura el primer espacio de exposición permanente en París.

El reconocimiento de este arte nacido en la calle llega medio siglo después, tal vez como señal de cierto aburguesamiento. “Hoy se considera el arte callejero como una representación de la libertad, pero es falso”, estima Paul Ardenne, historiador de arte contemporáneo. Para este especialista en arte urbano, la imagen de “artistas indomables que trabajan de noche arriesgándose a ser capturados por la policía” es ante todo una “fantasía”.

Nacido en Nueva York a finales de los años 1960 con pintadas en los metros y grafitis en las paredes, el 'street art' estuvo desde siempre vinculado al vandalismo y la protesta pero hoy ha perdido parte de esa mala reputación. Un fenómeno acentuado por la creación de museos, en Ámsterdam, San Petersburgo y el año próximo en Berlín.

“La esencia del arte callejero es la militancia en los muros, pero paralelamente hay un trabajo en el taller” , destaca Nicolas Laugero-Lasserre, que prestó 150 obras de su colección personal para la creación del primer centro de este tipo en París.

Los artistas viven y se pagan viajes para dejar su huella en paredes del mundo entero gracias a la venta de sus obras, destaca este aficionado.

Algunos, como Futura 2000, pionero del grafiti que expone desde los años 1980, optaron por pasar de los muros callejeros a los de las galerías.

A lo largo de los años, Nicolas Laugero-Lasserre amasó una colección de serigrafías, fotos u obras de artistas como Shepard Fairey (el afiche "Hope" de Barack Obama) , Blu, conocido por haber cubierto de pintura negra uno de sus murales en Berlín para no favorecer la especulación inmobiliaria, o Space Invader y sus mosaicos. Los inevitables JR y Banksy también participan, así como artistas emergentes menos conocidos del público en general.

Luego de haber presentado esas obras en distintas muestras, Xavier Niel -fundador del operador telefónico Free y séptima fortuna de Francia- las expone en una escuela de formación digital.

Una decisión atípica: en medio de las aulas reinan obras de un valor de varios miles de dólares que los aficionados pueden admirar gratuitamente en visitas guiadas, para descubrir tanto el arte como el lugar, Art 42.

A pesar de esa nueva vitrina, el arte callejero es aún objeto de “cierto rechazo de las instituciones”, estima Magda Danysz, una galerista de arte contemporáneo instalada en París y Shanghái. “En términos de reconocimiento, seguimos a la espera de una gran muestra sobre el tema” . “El arte urbano no son tres grafitis en un terreno baldío. Es un fenómeno artístico que logró adornar todos los muros del planeta” , destaca.

Frente a esas reticencias, “cuanto más se hable del arte callejero, mejor es” , estima Mehdi Ben Cheikh, un galerista que lanzó el proyecto Torre París 13, un edificio transformado en gran muestra efímera en 2014, que reunió a un centenar de artistas antes de ser demolido.

Para este marchante que contribuyó a hacer despertar de su letargo a un pueblito de Túnez con su proyecto Djerbahood, todavía “no ha llegado el momento de poner el arte callejero en cajas”. En teoría, prefiere la calle y multiplica los proyectos en el distrito 13 de París.

“La calle sigue siendo esencial para los artistas, es lo que los inspira. Todavía hay muchos lugares en el mundo donde el arte callejero es ilegal” u objeto de condenas, confirma Magda Danysz.

La prueba es el famoso Señor Gato, que tras decorar los muros de París con simpáticos felinos domésticos, hoy corre el riesgo de ser condenado a tres meses de cárcel por haberlo hecho en las paredes de una estación de tren.

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