¿Más arrogante que Donald Trump? Vuelve Frank Underwood

La tercera temporada de 'House of Cards' se estrena en Netflix el 27 de febrero. Foto: Archivo

La tercera temporada de 'House of Cards' se estrena en Netflix el 27 de febrero. Foto: Archivo

Kevin Spacey interpreta al político Frank Underwood. Foto: Archivo

Estados Unidos 2016. La campaña electoral está en marcha. El partido republicano está dividido e incluso se habla de guerra en el 'Grand Old Party'. Y todo ello por Donald Trump, el hombre del imposible peinado a quien ya se le señala como más que posible candidato conservador para las elecciones de noviembre.

Pero en los carteles electorales de las estaciones de metro de Washington es otro el que mira con suficiencia a los viajeros. Uno que, como mínimo, es igual de arrogante que Trump. Vuelve Frank Underwood, ese político sin escrúpulos, falaz y siniestro que protagoniza la exitosa serie de televisión 'House of Cards'.

Con la cuarta temporada, la plataforma Netflix se adentra de lleno en la locura de la batalla electoral. Y el marco no podía ser más apropiado.

El servicio de películas y series en streaming aprovecha el actual revuelo en la arena política para promocionar la serie.

Frank Underwood tiene su propia página electoral con el logo "FU 2016" y en las primarias de Carolina del Sur el político de ficción incluso tenía un stand propio.

Netflix publicó el viernes todos los capítulos. Pero ¿ofrece lo que promete? ¿hace justicia al bombo publicitario? Una comentarista del Washington Post se manifestó escéptica: "¿'House of Cards' va a peor o siempre ha sido así de mala?", se preguntó.

En la serie se repite mucho lo que en Estados Unidos se ha vivido las últimas semanas. El presidente tiene que pronunciar su discurso anual sobre el Estado de la Nación, y en el pequeño estado de Nueva Hampshire tienen lugar las segundas primaras importantes, el "super martes".

Frank Underwood (Kevin Spacey) sigue siendo presidente, pero tiene que hacer frente al duro mecanismo de la elección de las primarias, con la presión de otros candidatos demócratas y republicanos.

Al inicio no va todo rodado para él, pues tiene a sus adversarios encima y algunas figuras destacadas del partido Demócrata ni siquiera quieren que él concurra.

Además, en política exterior se abre un nuevo frente. Y, como no podía ser de otra forma, es con Rusia. El presidente Viktor Petrov (Lars Mikkelsen) -sospechosamente parecido a Putin-, intuye que Estados Unidos maneja una gran conspiración en su contra.

¿Se llegará al escándalo o terminarán los dos presidentes fumando a escondidas de nuevo como ocurrió en la temporada pasada? Pero todos esos problemas no son nada frente a los líos en los que el propio Underwood se mete.

Acostumbrado a ir un paso por delante de sus adversarios, en esta temporada se enfrentará a una adversaria que, como mínimo, está igual de versada que él en el juego: su esposa Claire (Robin Wright).

La última temporada concluía con una ruptura entre ambos. Ella le había ayudado a ser presidente y ahora quería más.

Precisamente en las primarias en su estado natal, Carolina del Sur, ella podría derrotarle. Y todo ello está relacionado con su padre muerto y el Ku-Klux-Klan.

No se pude revelar más, pero en lo que al Ku-Klux-Klan se refiere hay un sorprendente paralelismo con la realidad. También Trump tuvo en los últimos días problemas con esta organización racista.

El ex líder del clan y negacionista del Holocausto David Duke dio su apoyo a Trump, quien en un primer momento rechazó cualquier vinculación con Duke, aunque después ya no se mostró tan cauteloso ni marcó tanto las distancias.

"No sé nada sobre Duke, ¿OK?", se limitó a decir el magnate devenido en político de 69 años. Pero a diferencia de en la serie, no hubo una gran indignación. A sus adversarios les reforzó, a sus seguidores les dio exactamente igual y en el "super martes" Trump ganó ampliamente.

Rompe con todas las convenciones y todas las reglas. Tal vez, además de su arrogancia, comparte otra cosa con Underwood: hasta ahora nada le ha podido parar, ni siquiera el propio partido.

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