Vicente Gaibor ha participado en salones y muestras de pintura, poesía, grabado y fotografía. En el 2009 obtuvo el primer premio en fotografía en el Festival de Artes al Aire Libre (Faal).
Trabajan de manera silenciosa. Se los ve probando encuadres y disparando sus cámaras en obras de teatro, conciertos y rodajes cinematográficos. Son los fotógrafos de la escena guayaquileña, que registran la actividad artística de la ciudad e impulsan propuestas culturales desde la fotografía.
Con sus fotos, Amaury Martínez les da un toque de autor a obras de artes escénicas. Vicente Gaibor, que también suele fotografiar piezas de danza y teatro, se ha propuesto crear un banco de imágenes con la historia musical del rock que se toca en Guayaquil.
Por su parte, Ricardo Bohórquez, vinculado a propuestas artísticas y a la cultura popular, actualmente es el fotógrafo oficial en el rodaje de la película ‘Sin muertos no hay carnaval’, de Sebastián Cordero.
Los tres arquitectos devenidos fotógrafos conjugan la labor de documentalistas de la cultura de la urbe con trabajos ‘free lance’ en fotografía publicitaria, comercial, artística o de reportajes.
Desde sus estilos consiguen imágenes de fuerza expresiva o retratos de personajes recurrentes en recitales de poesía y muestras de artes plásticas. “Soy introvertido, pero cuando tengo la cámara esa máscara me ayuda a acercarme a la gente”, dice Martínez.
Él empezó a fotografiar conciertos de jazz en el 2005, durante un auge cultural del género en el Maac Cine, un ‘boom’ que declinó en pocos años y que vio desaparecer. “Al inicio eran esas ganas de preservar el recuerdo de un evento, por el simple goce de hacer fotos, en realidad no estaba pensando en un proyecto”, indica.
Luego comenzó a trabajar más seriamente alrededor de la danza y el teatro, siendo más selectivo y atendiendo a sus intereses personales. “La gente cree que asisto a todos los eventos -dice-, pero voy únicamente a los que más me interesan”, apunta Martínez.
Con el tiempo llegó a recibir remuneración por su trabajo con compañías de artes escénicas. Más que para los contemporáneos, asegura que su fotografía está hecha pensando en la posteridad, “aunque suene un poco ostentoso o presumido”.
Entre los planes de Martínez, ganador del primer premio de fotografía del Festival de Artes al Aire Libre (FAAL) en el 2010, está publicar un libro sobre la danza contemporánea que se ha visto en la última década.
El hecho de que los tres fotógrafos provengan de la arquitectura hace que esos referentes también queden plasmados en sus gráficas. Entre otros puntos en común está que los tres asistieron, en diferentes momentos, a un curso dictado por Marina Paolinelli, en la Facultad de Arquitectura en la Universidad Católica, en el que la fotografía analógica los apartó para siempre de la construcción de edificaciones.
Bohórquez, autor del libro Guayaquil (2012), un acercamiento desde la imagen a la ciudad cotidiana, comenzó tomando fotos entre 1995 y 1998, como parte del grupo de arte alternativo Zuákata, donde trabajaba fotografía como parte de una propuesta artística.
También actúa como un cronista gráfico de tradiciones de la cultura popular, desde el rodeo montubio hasta las dinámicas de los monigotes gigantes del suburbio de Guayaquil.
En cambio Gaibor está empeñado en armar una memoria fotográfica del rock en Guayaquil (un proyecto en el que lleva trabajando seis años); él considera crucial no solo limitarse a acompañar eventos. “También hay que generar cultura desde la fotografía”.
Un ejemplo es Lo propio y lo ajeno (premio Iberescena 2013), que Gaibor realizó con la bailarina y coreógrafa costarricense Milena Rodríguez, en un proyectó que fusionó fotografía, danza y música. La propuesta exploró el espacio público a través de intervenciones de danza con música y registro audiovisual (videodanzas).
Al fotografiar las piezas escénicas que se producen en Guayaquil ellos han sido testigos de la evolución de las propuestas de pequeñas salas de teatro a casas y apartamentos en el centro de la ciudad, desde la Casa Vicho a la Cino Fabiani.
Según Martínez, el reto ha sido pasar de fotografiar escenas sobre un “limpio” fondo oscuro a crear composiciones igualmente interesantes con el “ruido” del mobiliario, la decoración y el público que se mezcla en la escena.