Científicos de la NASA lograron observar cómo la arena del desierto del Sahara viaja a la Amazonía. Foto: NASA.
Científicos de la NASA pudieron observar desde el espacio, a través de satélites 3D, una increíble relación entre el desierto del Sahara y la Amazonía tropical de Ecuador, Perú y Brasil.
Llegaron a una conclusión sorprendente acerca de la importancia de la arena del desierto en la fertilidad del suelo amazónico. En otras palabras, cada año la arena del Sahara es levantada del suelo y transportada por los vientos en un viaje de casi 5 000 kilómetros, atravesando el océano Atlántico, para fertilizar y ayudar a que los árboles crezcan en el trópico.
“La arena del Sahara contiene fósforo, que es un nutriente importante para las plantas. En la región tropical el fósforo es muy limitado. Así que es importante estimar cuánta arena viaja del Sahara al Amazonas”, dijo el doctor Hogbin Yu, científcio investigador del Goddard Space Flight Center, de la NASA, a la revista Claves 21.
Mediante las observaciones satelitales, se constató que unas 182 millones de toneladas de arena salen despedidas de África cada año. De esa cantidad, alrededor de 27 millones de toneladas son depositadas en la cuenca amazónica.
El estudio demuestra que la arena del Sahara agrega fósforo a los suelos, esto ayuda a compensar las pérdidas por el escurrimiento superficial y las inundaciones.
Sin embargo, la cantidad cada año no es constante. De acuerdo con el estudio, esta variación está relacionada con las lluvias en la región del Sahel (un cinturón semiárido al sur del Sahara).
Yu explica a la revista que si esta región está seca, entonces aumenta el transporte de la arena hacia la Amazonía. Pero cuando está húmeda, el transporte de arena disminuye.
A pesar de que las partículas son tan pequeñas, como una décima parte del grosor de un cabello humano, los enormes penachos que forman pudieron verse desde el espacio por el satélite Calipso, de la NASA. Este se lanzó en el 2006 para estudiar la estructura vertical de las nubes y las partículas en la atmósfera terrestre, y “cuyos resultados servirán para comprender adónde irá la arena ahora y en escenarios climáticos futuros”, concluyó el científico.