A través de una ventana, Mariela mira a su pequeño Jorge (*). El niño de 3 años permanece inmóvil en la Unidad de Quemados Jorge Bracho Oña del Hospital Baca Ortiz, en el norte de Quito.
Mariela luce angustiada y no desea dialogar. Vive en San Lorenzo (Esmeraldas) y como consecuencia del accidente de su hijo perdió su trabajo. El estado de Jorge es delicado. Su menudo cuerpo tiene quemaduras de segundo y tercer grados.“Una vela se cayó sobre la cuna, se encendió el toldo y el niño se quemó”, relata Luz Soria, la enfermera líder de servicio. El infante permanece más de 125 días en la casa de salud.
En la misma sala del hospital, Pedro, de 6 años, se recupera de un accidente. Algunas partes de su cuerpo están vendadas. Y desde una silla observa las actividades que realizan sus compañeros de habitación. “Se quemó con un cable eléctrico. Ingresó hace un mes y el 35,6% de su cuerpo tiene quemaduras”, refiere Estrella Arce, otra enfermera.
Durante el día, los niños acuden al área de juegos. El lugar es colorido, hay juguetes y en la pared se exhiben dibujos de los pequeños. Allí, Graciela Guerrero, parvularia, desarrolla actividades educativas con ellos. Sus tareas se exhiben en el pasillo principal.
Además de Jorge y Pedro, otros seis niños están internados en el hospital. Las causas son similares. Los ata una misma realidad: la condición económica. “El flagelo de la pobreza. El paciente quemado es el más pobre”, anota Patricio Padilla, jefe de la Unidad de Cirugía Plástica y Quemados.
El médico demanda la ampliación de esa unidad, que asiste a niños de todos los rincones del país. En el 2009 ingresaron 175 pequeños. En el 2008 fueron 170.
“El Hospital se ha equipado en otras áreas, pero en nuestra unidad no. Siempre estamos saturados”, comenta. También explica que el Área de Quemados fue construida hace más de cuatro décadas. Desde esa época, complementa, no ha sido modificada.
El jefe de Cirugía Plástica y Quemados también asegura que hace seis meses presentó un proyecto de remodelación y ampliación al Ministerio de Salud. Pero hasta la fecha no tiene ninguna respuesta. El costo del proyecto asciende a USD 400 000.
“El servicio sobrevive con donaciones”, señala Soria. Y muestra las adecuaciones realizadas con los aportes de la Asociación de Damas Diplomáticas.
Pero Alexandra Rosero, directora del Baca Ortiz, menciona las causas de la demora del proyecto. “El Ministerio de Salud lo envió al Banco Interamericano de Desarrollo ( para que sea analizado. No es el único; tenemos 12. Aún no hay una respuesta oficial. Está dentro de los plazos normales”.
Si el proyecto se concreta, Mariela y otras madres dispondrán de un espacio para asearse y descansar. (*) Los nombres de los niños fueron cambiados.