La necesidad de ladrillos para edificar escuelas transformó a
los campesinos en alfareros. En esta comunidad de Cotacachi operan 32 hornos. Foto: José Mafla/ EL COMERCIO.
La arcilla da vida a la comunidad kichwa de Tunibamba, cantón Cotacachi, Imbabura. En esta parcialidad rural, de 600 habitantes, están instalados 32 hornos de leña en los que se elaboran ladrillos y baldosas.
Estas últimas son cotizadas para la instalación de piso de baños, corredores, patios, garajes, comenta Tarquino Guandinango, uno de los artesanos.
El mosaico, color rojizo, que mide 25 x 25 cm (4 cm de ancho) da una apariencia rústica al piso de las casonas. Sin embargo, la baldosa solo se elabora bajo pedido. Cada una cuesta USD 0,30.
En Tunibamba, la mayoría de ceramistas maneja una fórmula similar para elaborar estos materiales de construcción. José Mariano Guandinango, de 70 años, asegura que aún conserva el método artesanal que aprendió hace cuatro décadas. La alfarería llegó a Tunibamba con la construcción de las primeras escuelas.
La buena calidad de la tierra de la localidad abrió esta alternativa productiva, que ahora da fama a esta localidad. Fernando Guandinango, otro artesano, explica que para una buena compactación del adobe se emplean dos tipos de arcilla. Una, de tono oscuro, le proporciona mayor consistencia, y la amarilla permite la compactación del bloque.
El proceso de elaboración de ladrillos y baldosas tarda de 10 a 13 días. Se inicia con la mezcla de tierra y agua. Luego se comprime la masa con la ayuda de un caballo o un buey, que pisa el lodo durante dos horas.
A diferencia de otros sitios, como la vecina ciudad de Ibarra, en donde los alfareros utilizan aserrín para dar consistencia a la mezcla de las arcillas, en Tunibamba se emplea ceniza. Esto permite moldear mejor durante la elaboración de los ladrillos que miden 17 x 37 cm. Cada uno cuesta USD 0,19.
Según Fernando Guandinango, cada uno de los hornos produce entre 8 000 y 10 000 ladrillos y baldosas, en dos semanas de duro trabajo. La mayoría de estos materiales adornan casas de Cotacachi, Otavalo, Atuntaqui, Ibarra, en Imbabura; Cayambe y Pedro Moncayo, en Pichincha.
Quizá, por eso la maestría de trabajar el barro ha incluido a Tunibamba en el lenguaje de arquitectos y decoradores.