Wilton Guaranda y Nieve Solórzano tienen dos hijos. Defienden la igualdad ante la Ley y la no discriminación de género. Cortesía: Archivo Particular
La joven funcionaria del Registro Civil no supo qué hacer cuando escuchó el pedido que le hicieron Wilton Guaranda y su esposa Nieve Solórzano.
Ellos querían que en el certificado de inscripción de su hija constara, en primer lugar, el apellido de la madre. Es decir, que la niña se llamara Camila Solórzano Guaranda.
La funcionaria dudó antes de levantarse de su asiento y pedirles que esperaran. Debía consultarlo primero con uno de sus supervisores. Era la primera vez que se presentaba un caso así en esa oficina de Quito.
La mujer volvió tras unos minutos. Aquel diciembre del 2011 reunió al matrimonio para explicarles que la Ley no empataba con su pedido. Pero también que podrían solicitar, por escrito, que se analice su caso. Así lo hicieron.
Wilton y Nieve se habían conocido en las aulas de Derecho de la universidad de Manta. Entendían la importancia de dejar un precedente jurídico. Quizá no para ellos -como efectivamente sucedió- pero sí para que otras parejas puedan gozar de
ese derecho en el futuro.
No se trataba de una moda o un capricho. Incluso a sus amigos y familiares tuvieron que explicárselos en ese tiempo. “La igualdad ante la Ley debería ser algo cotidiano, normal”, como señala Wilton. En Francia, España, Chile o Uruguay las legislaciones contemplan esa posibilidad.
En Ecuador, apenas ahora se ha abierto un debate en la sociedad, tras el análisis de un proyecto de reforma que está en manos de los asambleístas.
La historia de los Solórzano Guaranda o Guaranda Solórzano fue precisamente lo que inspiró esa propuesta de cambios a la Ley, según Patricio Benalcázar, adjunto de derechos humanos de la Defensoría del Pueblo. Él acompañó a la pareja en su lucha, desde que el Registro Civil negó formalmente su pedido de inscripción.
El 8 de marzo del 2012 presentaron una acción de protección argumentando el derecho a la identidad de Camila, la libertad de escoger los nombres y apellidos y el derecho a la no discriminación e igualdad de género. Pero en el Juzgado de la Niñez de Pichincha se negó la acción y el caso subió a una instancia superior.
Estuvo alrededor de un mes en la entonces Corte Provincial de Justicia de Pichincha, antes de subir a la Corte Constitucional, por “las dudas razonables que se establecieron sobre la constitucionalidad de la norma en la que se amparó el Registro Civil para negar la inscripción de los apellidos”, como consta en el expediente del caso.
La normativa a la que hace referencia es la Ley del Registro Civil que se emitió en 1976.
En la Corte Constitucional ha pasado lo mismo que con los miles de casos represados. Aún se aguarda por una resolución. La Defensoría del Pueblo ha insistido en que el trámite se lo dirima en la Asamblea Nacional, vía reforma, para descongelar el proceso, lo que finalmente ha sido acogido con el respaldo de la Comisión de Gobiernos Autónomos. Se espera que la iniciativa llegue al Pleno antes de que se termine el año en curso.
Aunque de aprobarse, la reforma llegará demasiado tarde para Wilton y Nieve. Ellos se vieron obligados a registrar a su hija con el apellido del padre. No fue una elección que les haya gustado, pero reconocen que se sintieron arrinconados.
Cada vez que querían viajar en transporte aéreo debían explicar al personal de la aviación civil por qué su hija no tenía el documento de identidad. El proceso judicial en marcha, su estado en la Corte Constitucional, los avances, los derechos que defienden, los principios.
No todos lo entendían como en un principio lo hicieron las autoridades del centro de educación donde inscribieron a Camila. Luego, incluso, se convirtió en un requisito, al igual que en las empresas de seguro de salud. El registro de datos personales era inevitable y las copias de los documentos del proceso judicial dejaron de funcionar. Había que verificar que en realidad se trataba de sus padres.
Camila Guaranda Solórzano. Así consta desde hace dos años en los registros oficiales de ciudadanía y es el mismo orden de apellidos con el que registraron a su segundo hijo Mateo. “Siempre estuvimos conscientes de que tal vez no seamos los primeros beneficiarios”, reconoce Wilton. Pero, admite con optimismo, hay otras familias cercanas que están interesadas y esperan que pase la reforma sobre los apellidos.