Amaru le canta al pueblo kichwa karanki

ortesía de amaru canto y vida Saywa Escola, segunda desde la derecha, es una de las coristas del grupo.

ortesía de amaru canto y vida Saywa Escola, segunda desde la derecha, es una de las coristas del grupo.

Saywa Escola, segunda desde la derecha, es una de las coristas del grupo. Foto: Cortesía de Amaru canto y vida

La música forma parte de sus vidas desde que eran niños. Escucharon cantar a sus abuelos y a sus taitas y mamas. Gozaron con el sonido de la flauta, un instrumento que forma parte de la cultura de sus ante­cesores, los kichwa karanki. Y esa misma herencia quieren dejar a las futuras generaciones, a sus hijos y nietos.

Con esto en mente, los hermanos Raymi, Tupack, Édison e Inty Guatemal trabajan desde hace ocho años en el mundo de la música, desarrollando sonidos y creando letras que hacen alusión a sus costumbres y tradiciones. “Hay mucha historia que se ha ido perdiendo y queremos recuperarla”, contó Raymi (30 años), uno de los directores de Amaru Canto y Vida, agrupación musical integrada por siete artistas más.

El grupo adoptó ese nombre hace un año y medio. Lo hizo tras concretar el proyecto que surgió cuando eran más jóvenes y vivían en la comunidad San Clemente, Imbabura.

El objetivo principal es generar música con identidad para difundir las costumbres y tradiciones del pueblo kichwa karanki. En el momento se han presentado en distintos escenarios de Pichincha e Imbabura, pero el sueño de los músicos es recorrer todas las provincias del Ecuador para posteriormente llevar sus creaciones a tierras extranjeras.

El grupo cuenta con músicos y cantantes de diferentes edades: cuatro mujeres se encargan de interpretar los coros. Una de ellas es Saywa Escola, esposa de Raymi Guatemal.

En la lista de músicos hay violinistas, bandolinistas, flautistas. Los hermanos Guatemal también promueven la diversidad cultural, y es por eso que integraron a artistas de Otavalo a su proyecto.

“Ellos nos guían y aportan conocimiento en cada ensayo”, reconoció Raymi.Su presencia en la agrupación también es importante, porque ayudan a diferenciar los sonidos propios de cada pueblo. En Imbabura hay cuatro pueblos originarios: Karanki, Natabuela, Kayambi y Otavalo.

Según los músicos, la mayoría de personas solo reconoce las tradiciones y costumbres del último pueblo. Eso, de acuerdo con Raymi, facilita la pérdida de memoria colectiva, y para evitar que esto ocurra, ellos dedican parte de su tiempo a la composición de nuevos temas de su pueblo.

También trabajan en un nuevo proyecto: integrar a los niños al mundo de la música. El hijo de Saywa, por ejemplo, aparece en varios videos -colgados en Facebook- tocando diversos instrumentos musicales. “Es la herencia que queremos dejarles. Mis abuelos tocaban la flauta, pero esa tradición se ha ido perdiendo. Nosotros estamos aprendiendo, para continuar con el legado”, contó Raymi.

Los músicos ensayan en Imbabura y en Pichincha en su tiempo libre, pues la mayoría cumple con otras obligaciones. Su música se puede escuchar en su página de Facebook.

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