Quizá los niños de hoy ya no canten el tradicional Himno de Gratitud al Maestro, pero eso no significa que sientan lo contrario.
Para Geomara Ayala, de cuarto grado de básica, un profesor es como un padre o una madre. “Aquí (en la escuela) pasamos mucho tiempo y los maestros nos enseñan, nos ayudan”, dice la estudiante de la escuela Juan Montalvo, ubicada en el barrio Toctiuco, en el centro de Quito.
El plantel lleva el nombre de uno de los personajes más importantes en la educación ecuatoriana: el literato ambateño Juan Montalvo, quien nació el 13 de abril de 1832. Por ese motivo, hoy se celebra en el Ecuador el Día del Maestro.
Pero más allá de la fecha, aclara el pequeño Brayan Guevara de 9 años, “los profesores están con nosotros todos los días”. Así lo hace la ‘profe’ Mónica Díaz, quien dirige el Cuarto C.
Hace 29 años, Díaz eligió la profesión de educadora. Con ellos, explica, se necesita la paciencia que no se tiene con los hijos. “Pasamos con ellos ocho horas diarias. A los hijos solo les vemos a la hora de la comida”.
Martín Muncha, otro de sus alumnos, opina: “Si no tenemos profesor, no aprendemos nada. No sabemos nada”.
Los escolares reconocen la tarea diaria de los profesores.
En la escuela Paulo Freire, que lleva el nombre de un importante educador brasileño, están los alumnos de Paulina Ávalos. Por el Día del Maestro, ellos le escriben mensajes . “Es la mejor profesora del mundo”, “es chistosa, paciente y buena”, “enseña bien y es cariñosa”…
Ávalos es docente hace ocho años y eligió esta profesión con convicción, afirma. “Aparte de ser profesores, podemos comprender a los niños”. Ella dice que en sus manos tiene la responsabilidad de educarlos y formarlos. Por eso, aclara, su regla es capacitarse a diario.
Para otros chicos, los maestros son sus mejores amigos. Lo señala la pequeña María Emilia, de la escuela del Instituto Pedagógico Manuela Cañizares. “Lidi, usted es la mejor amiga que tengo en la escuela, porque me enseña y me dice sigue adelante, muchas gracias por ser tan buena”.
Mientras que Christian Murillo, de 10 años, dice con cariño a su maestra: “Glorita nos alegra el día”. Él se refiere a Gloria Landeta, quien trabaja como docente hace 45 años. Ella se formó como profesora en el ex Normal Manuela Cañizares.
Landeta considera que además de enseñar, su trabajo consiste en dar amor. “En estos tiempos, tenemos que hacer un doble papel: de maestros y padres”. Uno de sus retos, precisa, es adaptarse a las nuevas generaciones. Ella vio crecer a muchas.
Y refiere que sus alumnos de hace más de 30 años le llaman para saber de ella. Una de sus estudiantes le dijo que ahora su hijo entrará en la misma escuela. “Mis alumnos no han sido ingratos… Cuando me encuentro con ellos, me dan un abrazo de corazón. Cuando veo que son profesionales, me siento realizada”.