'Alba', la emocionante y dolorosa experiencia de crecer

En su primer largometraje, la directora Ana Cristina Barragán explora el desconcierto y la emoción que se mezclan en el tránsito de la niñez a la adolescencia

En su primer largometraje, la directora Ana Cristina Barragán explora el desconcierto y la emoción que se mezclan en el tránsito de la niñez a la adolescencia

En su primer largometraje, la directora Ana Cristina Barragán explora el desconcierto y la emoción que se mezclan en el tránsito de la niñez a la adolescencia. Foto: Cortesía Alba

Cada acierto y error van dejando una enseñanza de camino a la madurez. Pero lo que bien puede aplicarse a la vida diaria, Ana Cristina Barragán también lo ha experimentado a través de la historia y los personajes de ‘Alba’, el primer largometraje de esta directora ecuatoriana, que debuta en la pantalla grande con una historia íntima y conmovedora.

El filme de Barragán nace de la necesidad personal de compartir con el mundo una historia, la de la sublime y dolorosa experiencia de crecer, vista a través de los ojos de una niña, en medio de la desintegración familiar. Con esa intención, la directora centra la cámara en Alba, interpretada por Macarena Arias en su primer protagónico en el cine.

A sus 11 años, Alba tiene el cabello desaliñado, una expresión seria, una mirada tierna, en el colegio le cuesta entablar amistad con sus compañeras y cuando está en casa trata de hacer el menor ruido posible. No tiene juguetes pero se sabe de memoria los números de los servicios de emergencia, pues su madre padece una grave enfermedad. Ambas se profesan un cariño entrañable, hasta que una complicación confina a la madre a la cama de un hospital.

Una circunstancia que la lleva al reencuentro con Igor (Pablo Aguirre), un hombre recluido en su trabajo y en un viejo y austero departamento, cuyos años de ausencia lo han convertido en un perfecto desconocido para su hija. De expresión erosionada por la apatía y la soledad, Igor es un padre que no sabe serlo, lo cual impone una distancia que provoca una sensación de extrañeza en la niña.

Alba se exilia en la lucidez de su intimidad que se revela en el acto de la soledad, del silencio, de la mirada esquiva y el oído atento. Un universo que la directora describe con refinados planos detalle, sutiles gestos y emociones contenidas.

Alba sabe que afuera hay un mundo distinto, que lo reconoce en el ruido, la algarabía, la gente, las voces, los colores que la rodean en la escuela y en la calle y que despiertan en ella un deseo de búsqueda.

Las fiestas, el primer beso, el club de amigas son experiencias a las que se va a acercando tímidamente, en una constante búsqueda de aceptación y pertenencia, en ese inusitado tránsito a la adolescencia, donde la única certeza en la vida es la incertidumbre.

La directora se arriesga a pisar ese umbral con una impecable composición de imágenes y dirección de actores que dejan que la esencia de la historia repose en el detalle, la emoción y la expresividad de sus protagonistas.

Sin pretensiones de entretenimiento ligero, ‘Alba’ es un filme para un público que busca propuestas diversas y más arriesgadas, que deja atrás el diálogo superficial para penetrar en la emoción desde el gesto y el silencio.

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