La banda Santay la integran 23 niños y jóvenes de Durán. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
La ciudad de Durán, cantón ferroviario a orillas del río Guayas, ha sido un semillero propicio para el surgimiento de bandas costeñas que, desde el nivel del mar, asumen como suyos los ritmos de la música andina, que son naturales del altiplano.
Grupos tradicionales como Genésis y Huayra Marka, que surgieron en los años 90 a partir de un movimiento de música folclórica religiosa, han abierto el camino para otros conjuntos influenciados por los aires de los Andes. El grupo Santay, que tras siete años de recorrido lanzó el mes pasado su primer disco –‘Lágrima por lágrima’– se reivindica como la primera banda infanto-juvenil de música andina.
La relación de Durán con el folclor de la alta cordillera está determinada por la vía directa de comunicación que supuso en su momento el tren, dice Javier Ulloa, profesor de música y director-fundador de la Banda Santay. “Somos una ciudad pluricultural, tenemos entre los habitantes gente de la Sierra, afroecuatorianos, cholos y montuvios. Somos todo un mestizaje, en gran medida, debido al ferrocarril”.
La mayoría de los habitantes que se asentó en las calles que están al filo de las líneas del tren es de lugares como Alausí o Riobamba, agrega Ulloa, músico que antes formó parte de Huayra Marka. “Mis abuelitos también son de la Sierra, del cantón Chunchi, en la provincia de Chimborazo. Ahí está la relación y el gusto por la música andina. La gente se sorprende pero es algo que llevamos en la sangre”.
Santay, conjunto que toma su nombre de la isla entre Durán y Guayaquil, comenzó su andadura como un conjunto aficionado. Pero ya se ha presentado en festivales nacionales, como en las últimas fiestas del Inti Raymi en Ingapirca (Cañar) y lleva dos años participando en un festival internacional en Motupe (Perú).
El director comenzó a integrar la agrupación con los mejores músicos que descubría en los cursos vacacionales del Municipio, y en las aulas de dos escuelas particulares y de una fiscal en las que dicta clases de música. Los 23 integrantes de la banda son niños y jóvenes entre los 10 y los 20 años, provenientes de diferentes zonas del cantón.
El objetivo principal es el rescate de los ritmos de la música ecuatoriana. “Como docente me he dado cuenta de que los niños se avergüenzan de nuestra música. Fusionamos ritmos y tocamos instrumentos autóctonos, como la quena, el rondador y el charango, junto a la guitarra eléctrica, la batería y la conga, para llamar su atención”, indicó Ulloa, aunque el grupo también se aventura con fusiones de cumbia y salsa.
La base del repertorio musical son ritmos andinos y géneros tradicionales del Ecuador, como sanjuanitos y albazos, así como pasillos y pasacalles.
Pamela Vera, de 16 años, la voz femenina de la banda, cuenta que entre los temas preferidos del repertorio está La bocina, que es un fox incaico, o canciones tradicionales como Vasija de barro y Puka Llacta. “Con Santay hemos podido recorrer una buena parte del país y conocer más de nuestra cultura, de los géneros que ni siquiera sabíamos que existían”, señala la cantante.
Álvaro Jácome, guitarrista de 20 años y uno de los miembros fundadores de Santay, sostiene que la aceleración y la fusión de los ritmos operan más en temas como Cariñito y Baila negra, o en cumbias como La pollera colorá, La mucura y La piragua.
“Nuestros shows son alegres. La idea es poner a bailar al público. Las congas, bongoes, timbales, batería, guitarras y bajos eléctricos le imprimen fuerza a esa parte del repertorio”.