Agricultor uruguayo vende productos en puesto no atendido, confiando en la honestidad de sus clientes

Un hombre hace una compra en el puesto de productos orgánicos ubicado cerca de una carretera en Uruguay y deposita en una alcancía el valor correspondiente a los productos que adquirió. Foto: AFP.

Un hombre hace una compra en el puesto de productos orgánicos ubicado cerca de una carretera en Uruguay y deposita en una alcancía el valor correspondiente a los productos que adquirió. Foto: AFP.

En Uruguay, un agricultor instaló en el costado de una vía un puesto de venta de verduras en el que no atiende nadie confiando así en la honestidad de la gente. Foto: AFP.

El agricultor uruguayo César Nieto tiene dos convicciones: el hombre debe reconciliarse con la naturaleza y consigo mismo. Por eso produce verduras sin añadidos químicos, que vende en un puesto en el cual no hay nadie para cobrar, confiado en que quien lleva, paga.

Cada mañana César, de 35 años, y su socio Edgardo Velázquez, de 54, llegan a instalar su producción sobre sencillos estantes de colores. Luego regresan a su huerta y el puesto, al que bautizaron Puerto del Son, es casi autónomo.

“Funciona así: dejamos la mercadería. Dejamos los precios. La gente va, levanta los productos, deposita el dinero en la alcancía y ya”, explica Nieto. Sobre esa alcancía pusieron un mensaje: “Deposite aquí su dinero. Gracias por su compra, gracias por su honestidad”.

Cada día los productos cambian, y cada día, como el puesto está en una zona de paso al borde de una ruta, los clientes también cambian.

Todo empezó en diciembre de 2015, con una cosecha demasiado rendidora. Primero Nieto donó alimentos a escuelas y centros de atención infantil en la zona, ubicada a unos 120 km al oeste de Montevideo, en la localidad de Bella Vista.

Luego, cubiertos esos lugares, se le ocurrió vender en la ruta. Pero no quería quedar atado a atender un puesto y siempre confió en la buena voluntad de la gente.

Panadero de oficio y ocasional carpintero, le tomó un día decidirse y otro día armar el puesto, con un cartel pintado a mano que reza 'Frutas y verduras' , recibe al visitante.

“Es interesante un comercio que se basa en la honestidad de las dos partes, de los productos que ofrecen y de los clientes que compran” , dijo Alberto Cerca, quien detuvo su auto para comprar en el lugar.

Un hombre hace una compra en el puesto de productos orgánicos ubicado cerca de una carretera en Uruguay y deposita en una alcancía el valor correspondiente a los productos que adquirió. Foto: AFP.

De unos pocos productos, Nieto y su socio pasaron a una variedad mayor que ya incluye plantas aromáticas, ornamentales y ramos de flores preparados.

Recaudan entre USD 14 y 18 al día. Es un ingreso por el que no se “esclavizan”, al decir de César, aunque lo que importa no es el dinero sino el concepto que introdujeron.

“Lo aprendí a valorar más después” de abrirlo. “Tenemos la honestidad de dejar las verduras, que son orgánicas”, es decir sin uso de pesticidas en su producción, “y la gente confía y tiene la honestidad de dejar el dinero”, explicó.

“Honestidad es una palabra fuerte” , repite. Y cuenta que la experiencia le muestra una faceta positiva de los seres humanos.

“Vamos a un ritmo muy acelerado. Estamos transformando nuestros campos en desiertos verdes. Los estamos liquidando”, opinó sobre el uso de agrotóxicos en Uruguay, un país en el que el grueso de la producción de frutas, verduras y granos conlleva la aplicación de productos químicos.

Desde que el puesto no atendido de venta de frutas y verduras se volvió viral en las redes sociales, más personas acuden a comprar en él. Foto: AFP.

Desde que se conoció la experiencia a través de las redes sociales, las visitas al pequeño puesto se han multiplicado y sus creadores ya piensan en agrandar el huerto. “Hasta a mí me sorprendió” el resultado de esta iniciativa, cuenta Nieto. “Cuando tienes una idea, tienes que apostar a ella”.

La plantación, que ocupa una hectárea, es extremadamente sencilla. Almácigos, canteros, frutales que dan sombra, gallinas que proveen huevos y abono, y mucho trabajo para cuidar cada planta del fuerte sol del verano y las heladas del crudo invierno uruguayo.

Al comienzo debieron sortear algunos problemas. Les robaron algunas verduras, y también una bandera uruguaya que adornaba el lugar.

Pero persistieron. Al fin y al cabo, la suya es una filosofía de vida atada a la tierra, que quieren transmitir a quienes estén dispuestos a escuchar. “Uno puede corregir errores, la manera de pensar, dándose cuenta de que puede cambiar la manera de consumir”, concluyen.

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