Pepita ha perdido la memoria. Le suplica a las butacas, vacías frente a ella, que le ayuden a buscarla. Y les susurra. “La profundidad del abismo me devuelve a una cama vacía, sin sábanas (dice con dramatismo); a un cuarto oscuro, sin ventanas.
Así… (y suelta una carcajada), imposible recuperar la memoria”. Casi a oscuras, Josefa Zambrano repasa su libreto en un rincón del entablado del Auditorio Simón Bolívar, en el Malecón 2000 de Guayaquil. La tenue luz cenital que la baña deja ver los jirones multicolores que forran su vestuario, símbolo de sus pensamientos dispersos.
A un costado del escenario, un juego de sombras se arrastra perezosamente. A paso lento, el resto del elenco ensaya algunas escenas. Son 15 adultos mayores que viven en el Hogar del Corazón de Jesús, de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, quienes desde enero pasado descubrieron en el teatro otra forma de sentirse vivos.
Durante cuatro meses acudieron a clases de actuación, danza y música. Ahora son parte del grupo teatral ‘Viejos… los caminos’ y el martes presentaron la última función de ‘A mi manera’, una obra que narra la vida de una mujer de 77 años que perdió la memoria. Para hallarla, navegará por sus recuerdos, por su pasado.
Esa mujer es Pepa. “La infinitud del horizonte atrapa mis deseos (dice mientras camina alrededor de una silla), un juego mágico me empuja los dedos azules…”.
Faltan dos horas para el inicio y Víctor Acevedo, el enérgico director, les inyecta un poco de adrenalina. “Vamos chicos, se acaba el tiempo”. Su voz retumba frente al telón.
En el camerino las actrices, con la vanidad de una adolescente, retocan sus mejillas con colorete. Sus trajes, empapados en lentejuelas, resplandecen en los armarios. Su destellante joyería descansa sobre un mostrador.
Afuera, Acevedo se balancea como equilibrista al borde del escenario. No da tregua a sus actores, aunque un ligero temblor acompaña a algunos y delata su nerviosismo.
Pero no hay tiempo para eso. Así que, con un chasquido de dedos, el director ordena que se proyecte la estampa de un mercado guayaquileño.
Detrás del cortinaje la utilería está lista para la escena de los viejos oficios: Marlene Tutivén (de 77 años) se metió en el papel del canillita que vocea lotería, Cecilia Trejo (70) ofreció boyos calientitos con su canasto y Néstor Rodríguez (86) gritó “¡espumilla… espumilla para la niña!, ¡para el dolor de la rabadilla!”.
Este baratillo abrió paso a la voz ronca y añeja de Fernando Meza (78), el caramelero que entonó una rocola que más tarde arrancó los aplausos del público.
El director sigue el guión en un Ipad. La historia fue estructurada con fragmentos de vivencias de los propios actores.
Y es también un sarcasmo dedicado al mal de Alzheimer y a la demencia senil, que según estudios internacionales afectará a 135 millones de adultos mayores para el 2050. Pero aquí no hay tiempo para ese análisis; hay que seguir buscando la memoria de Pepa.
‘A mi manera’, que cierra con broche de oro con la canción de Frank Sinatra, está conformada por 14 escenas. Es una pieza de teatro dedicada a los más de 1,2 millones de adultos mayores registrados en el país.
La música no puede faltar, en especial la cumbia, la favorita de Carlos Flores (75). A él, la edad le arrebató la visión -siempre camina sobre el escenario de la mano de su pareja de baile-, pero no le ha quitado el buen ritmo y el buen humor. “Ahora nos iremos de gira… Después de Guayaquil vendrá Vinces, Quevedo y quién sabe, hasta fuera del país”.
El tiempo corría y había que repasar la escena de las ventanas. Cuatro ventanales rodantes, que parecían arrancados de viejas casonas, se abrirían de par en par para que Carmita Portalanza (82) explique cómo eran los enamoramientos y las serenatas hace casi 100 años.
O para escuchar a Marcia Flores (76) hablar sobre las parteras de hace casi 100 años. O para conocer la leyenda de San Lorenzo de Laura Morán (92), el santo que se levantó un pueblo a orillas de un río Vinces, también hace casi 100 años.
Había que correr, aunque no es tan fácil para este elenco. Afuera, a las 18:00, ya había una fila enorme aguardando por la presentación.
Era el turno de la escena de la jaula, una jocosa conversación entre Bella Loor (62) y Fausto Espinoza (72), otro actor no vidente. Ambos divagan por una nación inventada: el país de ‘Nuestra Señora de las Nubes’, una crítica irónica dedicada a los tabúes y a la política. El teatro, aún vacío, se reflejaba en las gafas oscuras de don Fausto.
Casi al final, Lorgia Pozo (80) practicó con una copa en mano su interpretación del tango ‘Nostalgias’. Un vestido rojo escarlata, aretes y gargantilla esperaban por ella en el camerino.
Ahí, bajo la luz de focos amarillos, Pepita se pinta con coquetería los labios de rosa. En el escenario, un halo blanco ilumina un banco de madera, solitario en un rincón.
El telón empieza a correr. Son las 19:00 y se oye un barullo casi infantil detrás de las cortinas. La protagonista y su bastón atraviesan la puerta marcada con el letrero rojo que anuncia: ‘Salida’. “Llegó la hora…(dice Pepa) yo salgo de entre el público”.