‘Muchos de estos chicos usan pañales por miedo a que tomarse un minuto para ir al baño afecte su desempeño”. Con esa frase, Tao Ran, especialista chino en adicción, dejó en claro el estado en que llegan los jóvenes a los centros estatales de rehabilitación de Internet.
Hay 400 “campamentos militares” repartidos en China que buscan sacar a los jóvenes de su dependencia a los juegos en línea. Allí, deben seguir una rutina estricta: levantarse a las 06:30, vestirse con uniforme, hacer ejercicios al aire libre, estudiar y asistir a terapia. A las 21:30 ya están acostados.
La “heroína electrónica” -como llaman en China a esta adicción a la web- es considerada una de las principales amenazas para la juventud en Asia.
Para salvar a sus hijos, los padres pagan 10 mil yuanes (cerca de USD 1 600). Solo así los jóvenes pueden ingresar a los campamentos, aunque eso tampoco es garantía de rehabilitación: el tratamiento es efectivo solo en el 70% de los casos.
Pero el problema no es solo chino. En Corea del Sur, el Gobierno entrega apoyo psicológico y consejerías a cerca de 2 millones de ciudadanos que no pueden dejar de jugar en línea. Y en Milán (Italia) se celebró en marzo de este año el primer congreso internacional dedicado a estudiar los efectos de la adicción a Internet.
Y eso que en el último Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V), de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, el “desorden por juegos en Internet” no está en la lista de trastornos.
Sin dormir
A la consulta de Max Möller, psicólogo magíster en adicción, han llegado varios jóvenes con el mismo diagnóstico: adicción a Internet. “Algunos han perdido estudios universitarios o trabajos por trasnochar y quedarse compitiendo en línea. Hemos tenido un par de casos muy graves, de estar semanas enteras durmiendo solo cuatro horas por noche, para no bajar en el ranking del juego”. Esto ha ido aumentando desde que se masificó el wifi, agrega.
La psicóloga Sandra Troncoso, directora del Centro Psiquis, coincide con Möller, aunque dice que la mayoría de pacientes llega por otros temas. “Por ejemplo, en una terapia vimos que un chico de 14 años estaba ensimismado, que no había ido al paseo de fin de año por quedarse jugando, que no se relacionaba con nadie, no hacía deporte. Esas conductas están asociadas a una adicción a la Internet”.
Según explica Troncoso, para que se considere adicción, el comportamiento tiene que afectar a la persona en su rutina diaria. “Un joven que no quiere ir a un lugar porque no hay wifi puede ser un adicto”, dice.
Para el tratamiento, Troncoso no solo hace un trabajo con el joven averiguando qué hay detrás de su necesidad de estar conectado a toda hora, también se reúne con los padres. “Si el hijo está así es porque el adulto no puso reglas, no lo motivó a hacer deporte, etc.”.