Con apenas 15 años, Humberto Otavalo ya ha trabajado como jornalero y albañil. Reside en la comuna Pilascacho, en el cantón Antonio Ante, muy cerca de las faldas del Imbabura y del páramo andino.En la última década, el calentamiento global, la deforestación, la agricultura y la ganadería sin control influyeron en la disminución del agua. Eso preocupa a más de 36 000 personas que viven en las parroquias San Roque, Andrade Marín, Natabuela, Imbaya, Chaltura y Atuntaqui.
Una noche de diciembre del 2009, Humberto escuchó hablar a su padre de un proyecto para sembrar plantas nativas, reconstruir los senderos que unen a las comunas próximas al cerro, edificación de cabañas y más obras de infraestructura para atraer a los turistas.
La idea le agradó mucho. Incluso, el adolescente imaginó que desaparecían la pobreza y la marginación en la que subsisten miles de indígenas en las comunas Pilascacho, San Agustín, Santa Bertha, Jatun Rumi, Agualongo, Los Pinos, Junín, El Rosario, Los Óvalos y otras 30 poblaciones rurales.
“El dinero que gana mi padre como albañil no alcanza para alimentar, educar y vestir a mis hermanos y a mí. Por eso abandoné mis estudios para ayudarlo en la construcción. Aquí la mayoría de jóvenes hacen lo mismo”, dice Humberto.
En enero se puso en marcha el proyecto Desarrollo Territorial de los Sectores Rurales del Cantón Antonio Ante. Su presupuesto de USD 2 197 211 tiene la contribución de diversos ministerios, del Gobierno Municipal, de empresas privadas y fundaciones. 800 familias se benefician y colaboran con la mano de obra a través de mingas.
Este proyecto, además de formar, tecnificar y capacitar a los indígenas como microempresarios de cuyes, llama la atención por su componente ambiental y de ecoturismo. La meta, señala Patricio Peñafiel, director de Planificación Territorial y Desarrollo del Municipio de Antonio Ante, es sembrar 30 000 plantas de quishuar, cholán, romerillo, cedro, aliso, lupino, acacias, yagual (árboles de papel), pumamaqui, sigse, mortiño y arrayán.
Ya se plantaron 10 000, a través de cinco mingas en los últimos meses. En cada actividad participaron cientos de estudiantes de los colegios y comuneros de las zonas altas.
A la par, el Municipio trabaja en una ordenanza para regular y controlar que no se siembren árboles atípicos como el pino y el eucalipto que, según los expertos, secan las fuentes de agua. En Atuntaqui, dicen los técnicos, hay 2 000 árboles de este tipo dispersos por el páramo.
Hace 15 días se realizó la minga más reciente. En esta participaron Humberto, su padre y cerca de 300 vecinos de las comunas próximas.
Hace dos semanas, el adolescente estuvo en Pilascacho, a 2 800 m de altitud, donde su gente sembró 5 000 plantas nativas. Lo hizo mientras trabajaba en el empedrado del sendero principal (600 m) que se utilizará para el ecoturismo comunitario. Se sentía feliz porque las plantas lograron adaptarse.
Sin dejar se sonreír, Humberto Otavalo se arrodilló junto a la matita de 25 cm de alto que enterró en el suelo. Su padre, de 45 años y con el mismo nombre, lo miraba satisfecho.
“Queremos conservar la belleza que nos rodea y que las personas de afuera también la aprecien y cuiden. La gente de la ciudad no entiende el duro trabajo del páramo, tampoco conoce nuestras necesidades. Creo que el proyecto es bueno porque nos dará trabajo complementario”.
El plan pretende habilitar y empedrar 4 000 m de senderos para llegar al páramo y al bosque de polilepys. También se adecuarán 30 fincas agroecológicas y 30 casas de los comuneros para albergar a los turistas.
Se fortalecerá la cadena productiva del cuy para beneficiar a 200 familias. Además, el Ministerio de Turismo formará a 25 guías nativos que trabajarán como guardaparques.
Humberto, desde ya, espera recibir en su casa a los turistas que visiten Atuntaqui para comprar la ropa que allí se manufactura. “En poco más de 10 minutos podrán subir acá y empezar una agradable caminata por los senderos empedrados hacia el páramo. Observarán nuestras plantas. Incluso, si se hospedan con nosotros, les enseñaremos a mirar a los cóndores que vuelan libremente por el Imbabura”.
La importancia de los páramos y los acuerdos
Los páramos ocupan el 5% del territorio ecuatoriano. Funcionan como esponjas que recogen el agua de los deshielos, de la neblina y la lluvia.
El agua se almacena en el suelo, en los humedales y las lagunas del páramo. El pastoreo, la agricultura y la minería dañan este ecosistema.
El turista es atraído hacia el páramo por sus paisajes, topografía, montañas, volcanes y las actividades recreativas.
En el plan de reforestación, los beneficiarios se comprometieron a sembrar y cuidar por lo menos 10 plantas. Cada cuatro meses se realizan evaluaciones.
Con un convenio, se comprometió a diversos colegios de Antonio Ante a involucrarse en la reforestación, como parte de la educación ambiental.
Los beneficiados identificarán zonas de interés común para la reforestación con mingas. El Magap aporta con asesoría.