Sus manos y su aguzada vista son las herramientas sofisticadas en el momento de analizar cada semilla que descubre en la selva virgen del Parque Nacional Yasuní. Entre las lianas que cuelgan de árboles gigantescos y el lodo, camina con calma Milton Zambrano, de 48 años.
En medio de árboles y una exótica vegetación, la humedad y el aire sin contaminación se le ve relajado. Su misión es recorrer las 50 hectáreas de la parcela de la Estación Científica de la Pontificia Universidad Católica. Allí, a unos 150 km del Coca, analiza el aparecimiento de nuevas semillas de plantas dentro del Proyecto de Dinámica del Bosque.
En ese espacio, según Renato Valencia, científico a cargo del estudio, puede hacerse una proyección de todo lo que sucede en las 982 000 ha del Yasuní. El objetivo es evaluar los efectos potenciales del calentamiento global y establecer una base de las alteraciones bajo las condiciones ambientales actuales.
Zambrano se aproxima con sigilo hacia la primera trampa, una especie de depósito con malla donde se acumulan desde hojas secas hasta semillas nunca antes vistas. Escarba y mira con atención su contenido. Lo que considera no útil lo arroja en el suelo y lo que parece novedoso lo guarda en unas fundas plásticas especiales y anota la especificación en un cuaderno cuadriculado, que le sirve de guía.
Se instalaron 200 trampas en la zona y Zambrano hace este trabajo desde hace 10 años, cuando salió de Esmeraldas, tras vender una finca que tenía.
En cada trampa tarda unos 10 minutos, dependiendo de la cantidad de semillas y frutos que encuentre. Cada día puede analizar unas 50 trampas. Solo él, a través de estos recorridos, ya identificó 1 800 especies. En total hay cerca de 4 200 morfoespecies nuevas encontradas y se las conserva en un herbario.
En el camino tupido se cruzan con Anelio Loor y Everaldo Zambrano, investigadores de campo que hacen labores similares con el afán de estudiar las dinámicas de las plantas. Miden con minuciosidad especificaciones de cada pequeña planta, cuántas de las semillas que caen crecen.En una especie de censo botánico estudian las plántulas (pequeñas plantas). Están cerca de las trampas que hurga Zambrano ya que puede que alrededor de ellas florezcan especies nuevas, a través de las cuales se puede estudiar el crecimiento temprano de estos seres vivos.
También llevan apuntes de dimensiones y especificaciones como el número de hojas y el grosor de los tallos que observan.
Loor reconoce que hace cinco años las plántulas morían menos porque la contaminación era inferior. Hoy la situación es diferente. En medio de sus recorridos encuentra árboles de cedro, chuncho y otros.
Gabriel Grefa es otro de los investigadores que recorre la tupida selva del Yasuní para analizar a los árboles muertos. Mide el grosor de los tallos con un penetrómetro, una especie de martillo. Busca analizar cuánto tiempo tardan en podrirse, la resistencia que tienen y otros datos. Con sus herramientas también miden los troncos podridos que yacen en medio del lodo.
La deducción de Valencia es que un árbol de 60 cm de diámetro en la colina puede retener una tonelada de carbono.
Pero el bosque esconde más. En varias ocasiones, Zambrano ha visto caminar entre los arbustos a jaguares, osos hormigueros, monos, tapires y otros animales.
De ahí la necesidad de cuidar al bosque del Yasuní como lo hace Zambrano y sus compañeros. Al final de la jornada, caminan varios kilómetros de vuelta a la Estación Científica Yasuní.