Por primera vez en el Colegio Nocturno Salamanca, el agasajo navideño se extendió a los hijos de las madres solteras, que estudian en el plantel. Después de su examen de economía, Jennifer Sánchez, madre de dos niños y estudiante de sexto curso de informática acudió al coliseo. Ahí sus hijos Evelyn, de 12 años y William, de 9, la esperaron a que llegue mientras escuchaban los villancicos interpretados por los niños del Centro del Muchacho Trabajador (CMT).
Apenas vieron entrar a Jennifer, de 28 años, corrieron a abrazarla. Ella fue madre a los 15 y no pudo terminar el tercer curso por trabajar. Evelyn se siente orgullosa de su mamá, aunque confiesa que la extraña. “Solo le veo en la mañana, en la noche nos quedamos dormidos antes que llegue”.
Evelyn cocina y almuerza junto a su hermano, mientras su mamá estudia. “Mi plato favorito es el arroz con menestra, cuando estoy con ganas no se me hace bolitas” .
Este año es la primera vez que organizan un agasajo para los hijos de las 57 madres solteras, que se educan en esta institución.
En total 126 niños asistieron al agasajo, en el que recibieron regalos de empresas privadas .
Según Édgar Solano, rector del colegio, cuenta que frenar la deserción escolar y promover que los adultos regresen a las aulas no ha sido una tarea fácil, sobre todo cuando los hijos quedan solos.
Su próximo proyecto es implementar una guardería en la institución. “Es preocupante saber que estos niños están solos mientras sus madres trabajan en el día y estudian en la noche”.
Jennifer confiesa que es difícil estar todo el día en la calle y no con sus hijos. Trabaja en un local de venta de computadoras, de lunes a domingo, en el sur de Quito.
Pero su esfuerzo ha valido la pena, es escolta del pabellón nacional y su sueño es llegar a ser ingeniera en sistemas.
Alexandra Guasaqui, de 29 años, también estudia para superarse y por su hijo Dylan, que está por cumplir cuatro años. Ella cursa noveno año, pero su permanencia en el colegio depende de que consiga un trabajo. Hace siete meses quedó en el desempleo.
A los niños les regalaron una pelota y una camiseta y a las niñas les entregaron unas mallas, un jabón y una funda de caramelos. Las madres, en cambio, recibieron una cadena, aretes y una rosa, como reconocimiento a su esfuerzo por trabajar y estudiar.
Mayra Pujota, de 22 años, estaba apurada porque debía rendir un examen, así que tomó el micrófono y con lágrimas en sus ojos agradeció a las autoridades. “Es muy duro no ser bachiller y darles una buena vida a nuestros hijos, gracias por acordarse de ellos”.