La vivienda de los tsáchilas revive su protagonismo

Uno de los integrantes de Aldea Colorada camina en dirección de una de las viviendas típicas reconstruidas.

Uno de los integrantes de Aldea Colorada camina en dirección de una de las viviendas típicas reconstruidas.

Pambil, caña guadúa y paja toquilla son los materiales que usaban los ancestros tsáchilas para la construcción de sus hogares. El recibidor quedaba en la parte de afuera, cubierto únicamente por el techo. Al fondo, la casa típica sin ventanas, porque ellos eran reservados y no querían ser observados.

La vivienda no poseía ninguna división y los cuartos de los padres y de los hijos y la cocina ocupaban un mismo espacio. 
Este tipo de inmueble solo se pudo observar hasta 1960, según Walter Calazacón, integrante de la comunidad y coordinador de Aldea Colorada. 


Por eso, los centros culturales que quieren rescatar las tradiciones han implementado esta tipología ancestral para que los turistas las observen. 


En Aldea Colorada, un centro turístico y cultural al que llegan alrededor de 300 turistas semanales –muchos de ellos extranjeros-, las casas están construidas de la forma típica. 
Esto atrae a más personas y genera mayores ingresos económicos para quienes trabajan allí.

Además, indirectamente, también beneficia a quienes laboran con los materiales. El pambil, la caña guadúa y la paja toquilla son conseguidos por integrantes de la comunidad.
 El pambil sirve de soporte para la estructura; la guadúa conforma las paredes y la paja toquilla cubre el techo.

Este árbol tiene una madera muy resistente que soporta el invierno y el verano, como la caña guadúa.


Una casa para una familia Tsáchila de ocho integrantes tiene alrededor de 8 000 toquillas; el recibidor, 6 500. 
La altura normal de la casa es de cinco metros y el techo está ubicado de tal manera que el agua de lluvia no lo afecte. La construcción de la estructura demora alrededor de un mes, con la mano de obra de 4 personas.

Una casa tsáchila puede durar 30 años, pero el techo debe ser cambiado cada 10. 
Los tsáchilas usaban estos materiales pensando especialmente en el clima de Santo Domingo que es húmedo tropical.

Según las creencias tsáchilas, no podían ser cortados en cualquier fecha. El corte se realizaba cuando la luna estaba en cuarto menguante. “Nuestros ancestros nos enseñaron que si no lo hacemos en esa época, las polillas acabarían con nuestras viviendas y no serviría de nada”, afirma Calazacón. 


Los complejos turísticos tienen ‘malayas’ o centros de reunión. No poseen paredes, solo techos. Allí se hacían las reuniones sociales, familiares y de carácter político interno. Actualmente, tienen parecida función: reúnen a los turistas y se realizan danzas típicas.

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