Lo que ocurrió en el intercambiador de Carapungo, el miércoles 13 de enero, fue suerte. No cabe pensar otra cosa, luego de ver las imágenes que muestran el colapso de una pared que era parte de un paso elevado. Tres trabajadores sufrieron lesiones menores.
No será la primera vez, ni tampoco la última, en que la cotidianidad de la ciudad, la seguridad de sus infraestructuras y, principalmente, de sus habitantes esté relacionada con la presencia, intensidad y frecuencia de las lluvias.
El gran año que se augura para la ciudad en el 2016 se basa en obras de movilidad:el inicio de la construcción del Metro y los Quitocables. El primero, con altos y bajos, iniciado desde la anterior administración y, el segundo, una apuesta de la actual. A estos dos proyectos se suma la construcción, en su totalidad, del intercambiador de Carapungo (a la espera de saber qué pasará con la prolongación de la av. Simón Bolívar) y del intercambiador de la av. Eloy Alfaro y De los Granados.
El interés o desinterés que existe por los actos programados dentro de la agenda de fiestas por el aniversario 481 de la Fundación española es generacional. Habrá a quienes les haga falta el palo encebado, la carrera de ensacados o la fiesta con orquesta en la plaza o parque del barrio. Otros añorarán lo masivo, aquellos farrones en La Carolina, la Rodrigo de Chávez o la Amazonas y los desfiles de la Confraternidad en la av. De los Shyris, motivo para que las familias del centro, norte o sur, armen su pequeño paseo.
Si bien las redes sociales no reflejan del todo la realidad, sí pueden dar pistas de lo que ocurre en determinados espacios geográficos o situaciones de incidencia social; este último es el caso del proceso eruptivo del Cotopaxi y las acciones de prevención y capacitación en provincias como Pichincha y Cotopaxi, principalmente.
El buen propósito de ejecutar acciones, planes y programas para desincentivar el uso del automóvil en Quito tranquilamente puede cumplir sus tres décadas (es decir, es una idea que hace rato maduró). Pero, hasta el momento, no hay resultados importantes, de peso. Lo que se ha hecho no pasa de las buenas intenciones, buenos discursos, y anuncios que se diluyen.
Quienes, dentro del trabajo periodístico, estuvimos en las erupciones del Guagua Pichincha y del Tungurahua, al finalizar la década de los 90, entramos en un proceso de aprendizaje que incluyó, principalmente, responsabilidad en el manejo de un tema tan sensible. El proceso fue para todos: autoridades nacionales, locales, organismos de socorro, de atención de emergencias, sector privado, comunidades...
A estas alturas, el debate sobre el Metro de Quito que generan sus protagonistas (concejales, exconcejales, autoridades y exautoridades municipales) tiene poca sustancia, está lleno de quejas y acusaciones. Es decir, son contenidos que no aportan a entender el estado en que está el proyecto y su proceso ni se mencionan alternativas concretas para conseguir financiamiento de, por ejemplo, los USD 500 millones no contemplados en el precio inicial.
El anuncio de la Comisión de Movilidad del Municipio es puntual: la incorporación de nuevas unidades de transporte público será el próximo año. Esta decisión no es suelta y tiene relación con lo que ocurre, en este caso, con los taxis.
Al ingresar a la web del sistema Trolebús, en la parte titulada Historia de la empresa se hace una breve referencia al tránsito en Quito. Una foto en blanco y negro de una interminable cola de buses en la av. 10 de Agosto, en el tramo de El Ejido, grafica el caos.
El Plan Fuego se presentó a inicios de este mes, por parte de la nueva administración municipal. Su objetivo, como fue en la anterior gestión, es minimizar los daños causados por los incendios en el Distrito de Quito.
Por plata, no ha faltado. Según datos del Plan de Gestión del Centro Histórico, entre 1988 y el 2013, se han invertido USD 334 millones. Con la frialdad propias de las cifras, esto quiere decir que se han destinado 13 millones, en promedio, al año.
Solo el tiempo, especialmente aquel que se marque desde el 14 de mayo, servirá para evacuar una gran duda que se fue configurando desde la campaña para la Alcaldía de Quito. Esta se amalgama en una pregunta: ¿hasta dónde llegarán los compromisos, acuerdos o diálogos que hubo entre taxistas y Mauricio Rodas, futuro alcalde?
Un sabor agridulce aún permanece: se vuelve difícil asimilar o entender que las dos medidas anunciadas por el alcalde encargado de Quito, Jorge Albán, se las hace pensando en el ciudadano y no en la coyuntura electoral.