El ejemplo más patético y real del fracaso de la revolución es la triste realidad de Venezuela. Dos décadas en el poder, del que no quieren irse, con un saldo de desastre económico y social, primero con Chávez y hoy con Maduro, que en nombre de la revolución bolivariana se festinaron los ingentes recursos del país, que ha contado con las mayores reservas petroleras. Su gente vive un drama, salvo los ovejunos enceguecidos que no quieren ver la situación lacerante, que siguen al dictador y usurpador del poder. La peor crisis de su historia reciente, en medio de la miseria, sin alimentos ni medicinas, salvo los del partido único y los militares que proclamaron en sus cuarteles patria, socialismo o muerte y que dan seguridad a la corrupción, en la que están inmersos. Además de Venezuela, el fracaso de revoluciones en la región se evidencia en la pobreza extrema de sus pueblos. Lo único cierto es la aplicación del discurso engañoso de la igualdad, pero todos abajo en la pobreza, salvo los d
Las revoluciones armadas lamentablemente presuponen rencores y diferencias. Desde 1895 el Ecuador vivió una guerra civil, se iniciaron enfrentamientos armados entre liberales y conservadores con triunfos de lado y lado hasta cuando la revolución liberal parecía consolidarse. Una vez que esto sucedió, las armas liberales fueron a descansar y los hombres de esa tendencia se dedicaron a forjar con leyes la transformación.
Es honra para el ciudadano de cualquier país celebrar con unción las efemérides de su independencia nacional. Las ceremonias de emancipación se advierten en vivo por televisión, la web, las redes, etc., siguiendo una euforia patriótica generalizada.