Rosa tenía 41 años cuando se palpó un bulto en el pecho. Los médicos le recomendaron estudiarlo, pero ella optó por tratarse con homeopatía y otras terapias sin aval científico. Dos años más tarde, con el tumor extendido a piel, huesos y médula, murió en medio de un doloroso deterioro físico.
"Como un horóscopo: uno lo acepta sin reparos cuando suena bien, y lo desestima con facilidad cuando no": así sintetizó el diario estadounidense Los Angeles Times el resultado de una indagación en el negocio multimillonario de los exámenes de ADN directo al consumidor.
Otra vez, la enésima, se anunció el fin del mundo. Muchos lo creen; otros lo consideran una torpeza propia de las mentes crédulas. Pero la idea de que este lugar en donde vivimos un día terminará está presente en los seres humanos, sobre todo en los que siguen la tradición judeo-cristiana y musulmana. Y Alan Cathey, a quien en su condición de ateo le interesa la religión, le llama demasiado la atención -y también le preocupa- esta idea catastrófica del fin de los tiempos.
Una vez más, los rumores de un fin del mundo en una fecha cercana se han vuelto virales en las redes sociales. Los internautas ahora se preguntan si es que este 23 de septiembre de 2017 será el día en que se acabe el mundo y Dios se lleve a los cristianos al cielo.
La mitad de los médicos estadounidenses caucásicos tienen falsas creencias sobre la biología de sus compatriotas negros, con lo cual se explicaría por qué los pacientes afro no reciben un tratamiento adecuado para el dolor, indica una investigación.