Fausto Merino Mancheno
Las puertas de las universidades fiscales deben estar abiertas para todos los que tengan vocación y aptitud para desenvolverse con ética y capacidad.
Si no poseen uno de estos requisitos fracasarán en los estudios o, si llegan a graduarse, mantendrán un mal desempeño.
En ambos casos, los recursos del Estado se desperdiciarán.
Cada año se multiplica la generación de profesionales por las universidades. Se desgranan multitudes de abogados, administradores, pedagogos, auditores y economistas que engrosan la masa que satura sus profesiones y ocasiona, a la postre, una lucha inmisericorde para conseguir clientes o cargos públicos utilizando cualquier clase de procedimiento.
Algunas universidades otorgan títulos de cuarto nivel sin rigurosidad. En provincias pululan los posgrados y maestrías.
Para el futuro sería obligatorio cerrar nuevos cupos para el inicio de carreras saturadas.
Debe concordarse con las necesidades del Estado a fin de preparar las profesiones para un Plan de Desarrollo perfectamente estudiado y planificado y de resolución obligatoria para cualquier Gobierno que esté al frente de la Nación.
Con la aplicación de una meditada y consensuada, pero valiente y avanzada Ley de Educación Superior, se podrá además, poner fin, reordenar u optimizar a múltiples carreras profesionales a distancia y extensiones “chimbas” que funcionan en espacios ajenos e inadecuados, carentes de laboratorios, materiales audiovisuales y computacionales, cuando no también de profesores competentes.