Policía

Antaño, en la construcción de casas utilizaban una mezcla de cal y arena. Era común escuchar la orden de la mezcla: “una de cal, dos de arena”.

Esta figura puede trasladarse al trato que han recibido y reciben los policías. Con motivo de la insurrección del 29 de septiembre (más 1) de 2010, no había un policía que valga. La comprensión ha cambiado por parte del mismo poder político.

El Registro Oficial nro. 593, de 9 de diciembre de 2011, publica un acuerdo del ministro del Interior señor José Serrano Salgado, felicitando públicamente a 175 policías, entre ellos un coronel; cinco tenientes coroneles, cinco mayores, seis capitanes, 14 tenientes, 13 subtenientes, dos suboficiales, 20 sargentos, 91 cabos y 18 de línea.

A los miembros de la institución les reconoce los méritos demostrados en las operaciones denominadas “Invigado”, “Frontera” y “Cazador”. Como miembros del Servicio de Inteligencia Antidelincuencial, conjuntamente con la Unase, GIR, DGI y ULCO, han brindado el servicio …“sin escatimar esfuerzo alguno en cuanto al riesgo, tiempo, horario y actividad”… haciendo posible …“desarticular organizaciones delictivas que atentaban contra la seguridad ciudadana en el Ecuador”.

Pero hay otro aspecto, no incluido en esta felicitación: están mejorando su relación con la sociedad. Un ejemplo personal: viajando de Quito a Tumbaco por la vía de Nayón, en plena oscuridad fracasó la llanta del automóvil. Apareció una patrulla policial que incluía un capitán, una oficial y cinco policías de tropa.

Contribuyeron para llevar el automóvil a un lugar con luz; y como no fue posible extraer la llanta esperaron hasta que una plataforma se lo llevó.

De los tres pasajeros una era la señora esposa y tuvieron la gentileza de enviarla en el carro de la institución hasta Cumbayá; y, allí, ordenar a un taxista que la conduzca hasta la vivienda en Tumbaco.

¿Es o no un cambio sustancial respecto a los ciudadanos? ¿Se justifica o no elogiar esta conducta solidaria?

Hay otros hechos que no es posible relatarlos en detalle. Pero hay un cambio, que ojalá continúe y se amplíe, ya que los policías trabajan mucho más que cualquier empleado o funcionario público y los salarios no satisfacen las necesidades de su familia. Peor aún, si reciben trato brusco e indigno, como aquellos a quienes los instructores los obligaron a inclinarse y esparcirles gas lacrimógeno, al tiempo que golpeaban a algunos.

Causa pena que los hechos tan positivos felicitados, con justicia, por el Ministro, ocurran pese a su esfuerzo, pues la delincuencia continúa boyante; y el acto de alguno repercutirá en la simpatía a la institución, cuando ocurra el fallecimiento del joven líder del Colegio Mejía, Édison Cosíos.

¡Una de cal viva, en septiembre de 2010; otra, de arena, en diciembre 9 de 2011!

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