La pereza, ese pecado capital inevitable. Que lance la primera piedra quien no haya sido presa de ella alguna vez (o varias). Estamos diseñados para sentirla y disfrutarla (por ejemplo, hay pocas sensaciones físicas más agradables que la de desperezarse); y hemos sido educados para reprimirla. Vilipendiada de tantas formas, hoy -48 horas antes de rendir homenaje al trabajo, como cada 1 de mayo- es un buen día para tratar de entenderla. Con el investigador, periodista y escritor Juan Carlos Morales Mejía hacemos el intento.
La siguiente es una historia recurrente de estos tiempos: alguien - hombre o mujer, es indiferente - decide que es un buen momento para empezar a hacer ejercicio y ponerse, de una vez por todas, en forma. Por eso, concurre al gimnasio más cercano y paga por anticipado los primeros tres meses de cuota. Se propone ir una hora después del trabajo. La primera semana cumple con su cometido, aún a regañadientes. Ya desde la segunda comienza a faltar.
Pasar una mala noche no es el único motivo por el que una persona puede sentirse exhausta por la mañana. Algunos hábitos y saltarse ciertas actividades que son sanas para el cuerpo y la mente, podrían también estar colaborando a que cada día se haga más difícil terminar en óptimas condiciones la jornada o que incluso, el descanso nocturno sea de mala calidad.