La oposición

Un colega peruano, en un texto sobre la situación de la democracia en el Perú, escrito meses después de la salida de Fujimori, decía: “La explicación de los fenómenos políticos hay que encontrarla en la misma política”.

Aunque no sé por qué esta frase ha venido a mi memoria, creo que puede servir para comprender lo que ahora estamos viviendo en  Ecuador y explicar  lo que pasa con la oposición.

El Ecuador, como nunca antes en 30 años de democracia, atraviesa  una fuerte desinstitucionalización del sistema de partidos en el marco de una ausencia clara de oposición. Si somos estrictos, podríamos afirmar de manera categórica –y en esto coincido con los partidarios del régimen-  que no existe oposición.

Como oyen. No la hay. Lo digo en el sentido de que no hay nada orgánico ni tampoco una cara visible que, con suficiente credibilidad y legitimidad, articule un mensaje capaz de llamar la atención de los ecuatorianos y sepa articular sus necesidades y anhelos.

Si ahora se ha abierto un espacio para la oposición eso no ha sido producto de las acciones de las organizaciones políticas sino del fenómeno llamado Fabricio Correa. El Partido Social Cristiano, Sociedad Patriótica y Prian, por poner ejemplos, no han podido reconstituirse y recuperar el espacio que antes gozaron.

No incluyo otras tiendas políticas como MPD o Pachakutik debido a que su funcionamiento ha sido ambiguo. Se han mantenido como agrupaciones minoritarias articuladas a intereses particulares haciendo uso de su capacidad de chantaje para ganar espacios de poder. De esto no ha estado ausente la negociación de cargos públicos.

Ahora tenemos una novedad. Carlos Vera ha decidido formar un movimiento político. Uno de los ejes de su agenda es la revocatoria del mandato de Correa. Sin embargo, no creo que pueda lograr mucho.

El tema, en esencia, no es revocatoria sino tener una lectura más precisa de lo quiere la gente, dentro de una propuesta política de cambio. Es algo que han sabido hacer Rafael Correa y líderes que en  su momento llegaron al poder.

Y aunque vivimos otras circunstancias, en que los políticos son productos mediáticos, quería mencionar el fragmento de un artículo escrito en 1930 por el presidente José María Velasco Ibarra: “El político es aquel que a la multitud le muestra lo que anhela (...). El prestigio de ese hombre no se basa en el dinero propio o ajeno que regala; en las cosas que ofrece; en las ceremonias; en la adulación de los indignos; en la propaganda mentirosa. El prestigio  se basa en que representa un pensamiento individual correspondiente a una obscura pero irresistible tendencia social”.

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