Después de varios meses de intensos debates, la Asamblea Nacional en Francia aprobó recientemente el texto definitivo que autoriza el matrimonio entre personas del mismo sexo y abre la posibilidad para que este tipo de parejas tengan el derecho de adoptar niños. Con ello, Francia se convierte en el noveno país europeo en incluir dentro de su legislación a los matrimonios homosexuales. Uno de los aspectos que más me ha llamado la atención, más allá del contenido de la reforma, ha sido el ambiente alrededor del cual se ha aprobado esta ley. Un ambiente caracterizado por posturas homofóbicas. Una encuesta publicada en días pasados por el periódico británico “The Telegraph” muestra cifras sorprendentes. Al 28,8% de los franceses no les gustaría tener como vecino a una persona homosexual, frente al 16,8% de los británicos, al 7,4% de los españoles y el 3,6% de los suecos. En resumen, Francia es uno de los países europeos menos tolerante con los homosexuales. De acuerdo a Lucie Soullier, periodista del periódico Le Monde, buena parte de esta conducta homofóbica ha sido inducida por grupos vinculados con la iglesia católica y la oposición conservadora, especialmente por el partido UMP del ex presidente Nicolás Sarkozy. Si no es así, ¿cómo explicarse la escalada de la tensión y la realización de la macro manifestación en contra del proyecto de ley realizado a finales de marzo de este año? De acuerdo a Soullier, el tema del matrimonio gay aparentemente ha sido utilizado por la dirigencia del UMP para darle mayor unidad al partido, dividido luego de varias disputas internas. No obstante, la pregunta sigue latente: ¿por qué se ha afianzado en Francia posturas homofóbicas y claramente intolerantes? ¿La sociedad ha cambiado o es que buena parte de ello ha sido inducido por la iglesia y la derecha francesa? Me parece muy extraño que un país que siempre se ha caracterizado por ir a la vanguardia de la ciencia, el arte y la cultura, asuma ahora posturas claramente conservadoras. Lo importante, al final del día, es que esta ley haya sido finalmente aprobada y se haga justicia con un sector de la sociedad que ha sido por mucho tiempo incomprendido y discriminado. Tomemos en cuenta que antes de 1982 la homosexualidad estuvo penalizada y fue por años asumida como una aberración psicológica. Cuando pienso no solo en Francia sino también en el Ecuador me pregunto hasta qué punto estamos preparados para dejar atrás los arcaísmos y considerar seriamente en extender el campo de los derechos y libertades civiles. ¿Cuántos de nosotros estamos de acuerdo con el matrimonio gay? ¿Apoya usted que las parejas de un mismo sexo tengan derecho a la adopción? Este es un tema pendiente para nuestra sociedad y sobre todo para este gobierno que se dice llamar “revolucionario”.