En 2014 se cumplen 100 años de un estallido, el de la guerra europea de 1914, luego conocida como Primera Guerra Mundial. La chispa que encendió ese cataclismo fue el asesinato en Sarajevo del archiduque Franz Ferdinand, heredero del trono de Austria-Hungría, cometido por un terrorista serbio, lo cual desencadenó la formación de dos bandos. Por un lado lo que se conoció como imperios centrales (alemanes, austríacos, otomanos) y por otro el grupo aliado que integraron Francia, Gran Bretaña, Italia, Rusia y más tarde Estados Unidos. Nadie fue capaz de prever la magnitud que asumiría ese conflicto, que duró cuatro años, devoró decenas de millones de vidas de jóvenes combatientes, modificó fronteras (a veces con resultados catastróficos), liquidó casi todos los esplendores de la Belle Epoque, derrocó a las mayores monarquías de Europa continental, demolió edificios históricos prestigiosos, golpeó gravemente a otros, como la maravillosa catedral gótica de Rouen e inauguró el uso de armas mo