El balance de las elecciones cruciales en Catalunya, el jueves 21, va a dejar un tema fundamental sin resolver: la identidad nacional, no de Catalunya, sino de España. Más de 500 años después de conformarse y cuando los actuales dirigentes se empeñan en afirmar que es el estado-nación más antiguo de Europa (en realidad, Portugal lo es), todavía los españoles no tienen una idea clara de su identidad.
Si los editores reproducen fielmente el título original de este artículo, los lectores deberán regalarme una buena dosis de comprensión por usar expresiones que pueden herir ciertas susceptibilidades. Si se ha optado por el maquillaje de la palabra altisonante, los observadores perceptibles detectarán que es un calco de una pregunta crucial que se hace un personaje de una de las mejores novelas de Mario Vargas Llosa, ‘Conversación en La Catedral’.
Nos lo habíamos preguntado con anterioridad. Lo temíamos, sin confesarlo adecuadamente. Vivíamos un sueño de paz y estabilidad, solamente roto por las controversias acerca de los planes independentistas y la lenta recuperación económica, que todavía encadenada a numerosos ciudadanos en los lindes de la pobreza. Barcelona valía la pena.
Hace años circulaban unos anuncios en los que un hombre aducía que había logrado su empleo a través de las páginas de ofertas laborales de The New York Times. Era una buena estrategia: anunciantes y buscadores de puestos de trabajo pagaban espacios en la sección de “clasificados” y los que deseaban empleo las consultaban.
El anuncio del presidente Donald Trump acerca de una nueva política hacia Cuba no es novedoso ni constituye una agenda estratégica. Tampoco tendrá efectos sustanciales en la relación entre Cuba y EE.UU. El beneficiado de su limitado impacto será, como ha sido desde el principio de la Revolución Cubana y la reacción norteamericana, solamente el régimen cubano. Ni el exilio cubano ni el pueblo ni el interés de EE.UU. recibirán premio alguno.
El 12 de diciembre la Unión Europea y Cuba firmaron un Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación que al mismo tiempo ha rescindido la condicionante Posición Común que la UE mantenía sobre Cuba. El solo hecho del acuerdo bilateral es ya de por sí una noticia, pero al mismo tiempo se imbrica en una serie de operaciones relacionadas con el régimen cubano, que tienen como protagonista principal al agente imprescindible, Estados Unidos.
Mientras se encerraban las cenizas de Fidel Castro en su pétrea tumba del cementerio de Santa Ifigenia de Santiago de Cuba, con lo que se ponía un broche al siglo XX, y el populismo en Estados Unidos parecía enervar el ambiente fuera de sus fronteras, Europa se enfrentaba a los fantasmas de su pasado, vacunado durante décadas gracias a la labor conjunta de la Unión Europea y el escudo de la OTAN.
Desaparecido el optimismo de muchos que confiábamos en un rechazo por la mínima al ‘Brexit’, la salida de la Unión Europea, tras el impacto de la decisión del electorado británico, solamente nos queda meditar brevemente sobre las causas y el trasfondo de la lamentable operación, y las consecuencias para las relaciones .
En la búsqueda de explicaciones a la crisis de Ucrania y el reparto de acusaciones se destacan varios aspectos. En primer lugar, se enfatiza en la estrategia de Rusia, liderada por Vladimir Putin, de no permitir que su proyecto de una Unión Euroasiática sea amenazado.