La Universidad Tecnológica de Nanyang, en Singapur, ha construido un maravilloso y único edificio, donde se encuentra la Escuela de Arte, Diseño y Multimedia (fotografía de la portada).
La construcción, realizada por la empresa CPG Corporation, está conformada por dos edificios cóncavos. La idea del arquitecto fue crear un espacio que integrara la naturaleza a la vida cotidiana de los estudiantes. Espacios abiertos, jardines regados por la lluvia, salones iluminados por luz solar mediante grandes ventanas, en todas sus paredes de las cinco plantas.
Asimismo, la construcción tiene la particularidad de poseer un techo cubierto por vegetación verde. Este tipo de techo funciona como un aislante térmico, refrigerando las instalaciones de la Universidad en verano y evitando la pérdida de calor en invierno. Así se contribuye al ahorro energético, al no necesitar electricidad o gas para mantener la temperatura deseada en el edificio.
Pero no solo en Singapur o California existen techos verdes. En Quito hay, y bastantes.
Uno de los pioneros fue el Ministerio del Ambiente, que incorporó un jardín completo en la terraza del octavo piso de su nuevo edificio, ubicado entre las calles Madrid y Toledo, en el tradicional barrio quiteño de La Floresta.
El Municipio capitalino también lanzó la semana pasada el proyecto Terrazas verdes y buenas prácticas ambientales, en el sector municipal’.
El tubo de ensayo fue la terraza del edificio del ex Hogar San Javier, ubicado en las calles García Moreno y Sucre.
Pero la tendencia no se ha quedado en las instancias públicas, también ha llegado a los edificios privados. La Clínica Pichincha y los edificios Atenea y Galatea, ambos ubicados en el barrio González Suárez, son tres ejemplos.
Su diseñador, el arquitecto Andrés López, afirma que los objetivos son los mismos que buscan todos quienes realizan estos trabajos: el mejoramiento ambiental de la zona y la ciudad y el disfrute de las personas que tienen la suerte de utilizarlos.
Pero una terraza ajardinada todavía tiene más ventajas, explica López. Una de ellas es que aísla térmicamente el edificio. “En ciudades con un clima tan loco como el de Quito, eso es una gran ventaja. Además, el césped y las plantas protegen las losas de esos cambios de temperatura, que son los causantes de gritas y fisuras”.
En diseño más avanzados, concluye López, estas terrazas-jardín recogen el agua lluvia, que sirve para el riego de sí mismo y del paisaje circundante.