Feriado

Cuando tenía doce años mis padres me enviaron a los EE.UU, gracias a un programa de intercambio de estudiantes. Pasé tres meses como huésped de una familia de clase media en donde el jefe del hogar era un juez distrital. Fue una experiencia interesante que me permitió conocer otra cultura e iniciarme en el aprendizaje del idioma inglés.

Tenía trece años de edad y debo confesar que en mi país, además de Salinas y Playas, no conocía otro lugar. Cuando cursaba el quinto año de colegio, el colegio en donde estudiaba, el Americano de Guayaquil, quedó Vicecampeón intercolegial de basketball compitiendo contra la élite deportiva formada por colegios con una larga tradición basquetera. Yo era parte de la selección. Recibimos la invitación del Colegio Americano de Quito para jugar en contra de su selección. Nos trasladamos a la capital en un vuelo de la aerolínea Area que se demoró más de 45 minutos en llegar desde que salimos de Guayaquil. Nos trasladamos al centro de la ciudad, y nos hospedamos en unos de los hoteles del casco colonial. Tenía 16 años, y por primera vez visitaba la hermosa ciudad de Quito. La ciudad rodeada de montañas, con un sol resplandeciente y un clima primaveral en la mañana y otoñal en las tardes, contrastaba con los paisajes y el clima de las ciudades costeras. Comencé a realizar lo diverso y hermoso de la geografía ecuatoriana.

Continuando con mis viajes por el país, la selección de basket del Guayas recibió una invitación de la Federación de El Oro para jugar contra la selección de Pichincha en conmemoración de la fundación de la ciudad de Piñas. Para llegar a esa ciudad en uno de los muelles Municipales de Guayaquil, abordamos a las 8 de la noche una motonave, que nos llevó a Puerto Bolívar donde arribamos a las dos de la madrugada en donde nos esperaba una chiva que por un camino empedrado nos llevó hacia nuestro destino en donde arribamos a las ocho de la mañana. No había carretera. Tenía 17 años. Estos episodios demuestran la ausencia de vías de comunicación en el Ecuador en la década de los sesenta. Según decía la gente, las pocas carreteras que existían las había hecho Velasco. Llegó el petróleo y el país se comenzó a integrar. Había dinero para hacerlo. Con mi familia, a fines de la década de los setenta, nos trasladábamos a la Sierra a conocer diferentes lugares en la cordillera.Las carreteras estaban en buen estado, salvo las de la Costa que había que ser un experto para esquivar los baches a pesar que se reparaban todos los años. Ahora que el país cuenta con buenas carreteras, hay que aprovechar los feriados para recorrerlo. Es importante conocer la geografía, las culturas, los acentos, la gastronomía y realizar cuan diverso, hermoso y acogedor es nuestro país.

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