La fachada del Chateau Clochard es sinónimo de terror. En el interior los pianos están roídos por las polillas. Fotos: www.habitissimo.es
La fiesta de Halloween es sinónimo de tenebrosidad. La esencia del Día de las Brujas es crear miedo y no solo con disfraces. Como parte del ritual los lugares sombríos, de pasado turbio, son atrayentes.
Qué tal una isla abandonada, como Hashima (Japón), prueba fehaciente de que el paso del tiempo es implacable. Tiene forma de un barco de guerra (Gunkanjima) y en el siglo XIX fue la mayor proveedora de carbón del país.
En su interior, donde llegaron a vivir 83 500 personas por km², hay 10 edificios de seis pisos en arquitectura gris. Están unidos entre sí por laberintos de estrechos pasillos y escaleras.
En la isla, según el portal www.culturacolectiva.com, habitaron presos, esclavos coreanos y familias japonesas, quienes disfrutaban de tiendas, restaurantes, peluquerías, gimnasios…
En los trabajos extractivos murieron 300 trabajadores, por cansancio o malnutrición. Otros saltaron al mar, pero nunca llegaron a la costa de Japón. Oficialmente fue abandonada en 1974.
Más desolación aún se palpa en una cárcel, sobre todo al saber que ahí se dieron episodios de experimentos humanos; parece salido de una película. Este es el caso de la prisión de Holmesburg, en Filadelfia (Estados Unidos).
En cinco lugares en Asia, Europa y Estados Unidos, el abandono ha dado paso a paisajes apocalípticos y desolados. Fotos: www.habitissimo.es
Fue construida en 1896 bajo el difundido modelo -de entonces- panóptico-radial ideado por John Haviland. En las celdas, los barrotes y las paredes de concreto macizo fueron testigos silenciosos del calvario de los reos.
Un grupo de ellos, según www.discrepando.com, recibió dioxino, un componente químico muy tóxico del agente naranja usado en Vietnam.
En ese mismo país, en Detroit, el Hotel Lee Plaza tiene un ambiente que estremece. Sus 15 plantas y 220 habitaciones, diseñadas por Charles Nobel en estilo Art Deco, se levantaron en 1929.
En los sesenta, la crisis lo convirtió en un ancianato, pero los problemas no terminaron, más aún cuando uno de los residentes fue asesinado en su cuarto.
Comedores, biblioteca, salones, vestíbulos… fueron abandonados a su suerte en los noventa. La planta baja fue tapiada y todos los cristales de las ventanas superiores están rotos.
Y qué decir de un sanatorio. El Beelitz-Heilstätten (Berlín) está en medio de un bosque oscuro. En sus 60 edificios y 220 hectáreas recibió a enfermos de tuberculosis. Tras la Segunda Guerra Mundial, la URSS lo convirtió en hospital. Aparte de la clínica de rehabilitación, que todavía se utiliza, y la antigua central, convertida en centro cultural, el lugar parece una ciudad fantasma.
El Chateau Clochard (Francia) es un castillo medieval que a un mes de su rehabilitación fue arrasado por el fuego, al igual que en 1421, durante la guerra de los 100 años. Quizá el destino tiene otros planes para esta misteriosa propiedad de vitrales majestuosos.