El desarrollo

Analizar los cuatro años de gobierno del presidente Correa debe ser también un momento de superar las eternas visiones en blanco y negro.

Uno de los puntos más interesantes e innovadores, propuesto por este Régimen fue su idea de un nuevo modelo de desarrollo. No siendo un macroeconomista, Rafael Correa nunca estuvo demasiado preocupado con tener indicadores perfectos.

Su problema central era –al menos eso creo- establecer un plan de desarrollo a largo plazo, muy en la línea de los tigres asiáticos, donde el despegue industrializador fue ayudado y en algunos casos directamente asistido por el Estado.

Sin embargo sus ideas, muy en la línea de Robert Wade, Peter Evans o Ha Joon Chang se toparon con otro movimiento crítico de la vanguardia izquierdista global y local: la crítica al desarrollo, que básicamente ponía en duda los supuestos sobre los que se había asentado el crecimiento de los tigres de Asia: la expansión industrial generalizada o una industrialización selectiva, necesariamente contaminante y depredadora, donde un país tiene que pasar por una época de crecimiento acelerado que le permita reinvertir y reconvertir selectivamente su economía lo más pronto posible. China, Brasil, Sudáfrica son casos recientes de iniciativas como estas.

¿Qué ha ido mal entonces? Al menos tres cosas: pugnas internas en el Gabinete enviaron señales confusas a los principales actores productivos que podían arrancar con el proceso o aprovechar esta oportunidad para invertir.

Estas señales se volvieron más confusas aun con el ingreso del Ecuador a la Alba y el lanzamiento del plan del Buen Vivir que hizo a todos pensar que la crítica al desarrollismo ganó definitivamente la batalla al interior del Gobierno.

El Código de la Producción puede determinar un nuevo comienzo sólo si logra acuerdos de largo plazo con sector privado y productores.

Lo segundo es el tema del comercio y las oportunidades perdidas en aperturas comerciales definitivas con la Unión Europea y Estados Unidos que son dos mercados necesarios para cualquier proyecto de industrialización.

Aún nadie ha encontrado buenos substitutos. Lo tercero es el ahorro interno y/o la capacidad de atraer inversión extranjera en un sector ancla. Estos dos elementos fueron fundamentales en el desarrollo de los tigres asiáticos.

En el caso particular de Corea del Sur, cada centavo posible se guardaba para reinversión y eso significaba un Estado ahorrador y un sector privado emprendedor que los reinvertía todo en industria de valor agregado.

Está demás decir que esto no ha pasado, pero que aún es tiempo para enrumbar el barco y para hacerlo, el liderazgo es fundamental: se puede ser el general Park y gobernar con grillete y mano dura como gobernó Corea del Sur, pero también se puede ser Juscelino Kubitschek, quien ofreció a Brasil 50 años de desarrollo en cinco años de Gobierno y cumplió lo prometido.

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