Un candidato…

Que hable poco, lo indispensable. Que lea mucho. Que no regale nada, ni colchones, ni camisetas, ni banderas, ni juguetes ni bonos. Que no bese ni acaricie ni a niños ni ancianos para sus propagandas. Que no ponga carteles en las obras que hace porque las obras no son un favor o un regalo, son una obligación.
Que proponga invertir en educación y en salud, que es donde estamos más pobres y necesitados. Que se ría de las caricaturas. Que acepte las críticas. Que reconozca errores. Que ande a pie,  o en carro, pero sin guardias pretorianas.
Que admita y respete el pensamiento ajeno. Que no necesite aduladores ni áulicos ni aplausos. Que no ofrezca licencias para poseer armas sino banderas blancas, trabajo, igualdad de oportunidades. Que deteste que se ponga su foto en las oficinas públicas. Que no ofrezca lo que no puede cumplir. Que no cante. Que no rece en público. Que no haga ni misas ni limpias chamánicas como parte de los rituales de la política.
Que abra una puerta al diálogo. Que instaure el sano debate en el país. Que haga acuerdos con base en los desacuerdos. Que proponga políticas públicas de largo aliento. Que reconozca el trabajo realizado por otras instituciones antes de su gobierno, sin borrar de un plumazo todo lo anterior. Que no invente un país en cada nuevo período. Que no nos sangre en impuestos. Que piense en el desarrollo más allá de la infraestructura, del cemento y del “progreso”. Que crea que el verdadero desarrollo está en el cambio de mentalidad más que en el cambio del paisaje. Que propugne la solidaridad. Que no tenga pesquisas. Ni aparatos de inteligencia para amedrentar a sus contrarios. Que ofrezca gastar menos en armas y en dotaciones bélicas y aumentar recursos en el gasto social.
Que no semeta en la justicia ni juzgue. Que escuche a los dirigentes sociales. Que elimine la palabra terrorismo del diccionario. Que permita soñar. Que conozca el país. Que proponga incentivar el ahorro en lugar de incentivar el voraz consumo. Que le importe más el individuo que la masa que lo aplaude. Que no necesite de las encuestas para tomar decisiones. Que le preocupen más los resultados de sus propuestas que la popularidad alcanzada. Que crea en el consenso. Que cumpla las leyes y las haga cumplir. Que el poder no le haga perder el sentido común. Que respete los derechos humanos. Y las diferencias. Que la libertad sea su bandera. Que aplauda las iniciativas ajenas. Que no quiera imponer su manera de pensar. Que no troque favores por votos. Que se rodee de gente capaz. Que no piense que el poder dura para siempre. Que esté dispuesto a la fiscalización. Y a los comentarios de prensa. Y si no tiene título, no importa. Mientras sea profesional en su trabajo y lo haga bien, ¡qué más da!
Si hubiera alguien así, ¡hasta le damos el voto!

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