La conocí en una película. Tendría que decir que fue dentro de una película aunque yo estaba afuera, al otro lado del mundo. Suma veintiséis años, es pelirroja, tiene los ojos más azules que haya visto en mucho tiempo y usa ese tipo de ropa interior adolescente que evidentemente no lo es aunque esos sean sus propósitos. Le gustan las piscinas y el cine de terror. También le gusta cocinar –su meatloaf es increíble– y cada vez que llora la nariz se le pone roja como la de Rodolfo el reno. Se llama Ruby Sparks y es perfecta. Ese quizás sea su único defecto.