El cacao de arriba

Carlos Augusto Gosselman fue un marino sueco dotado de singulares perspicacia y talentos estilísticos y narrativos. Él viajó por varios países sudamericanos durante una época tan dramática y reveladora como los años 1836 y 39, y a él se debió un documento fundamental cuyo propósito era descubrir las posibilidades de comercio entre su nación y los territorios recientemente independizados.

La sección del informe dedicada al Ecuador mientras gobernaba el presidente Vicente Rocafuerte y acababa de ‘caer’ el ministro de Hacienda, Francisco Eugenio Tamariz, bien puede considerarse la más interesante de todas.

Allí Gosselman no titubea un solo instante cuando describe de manera general que “no solo hay los productos tropicales corrientes tales como azúcar, arroz, café, algodón, tabaco, etc., sino además cacao en tanta cantidad, que constituye el principal artículo de exportación y que llena no solo las necesidades de los otros países de la costa occidental, sino que se envía del mismo una gran parte a Europa y a los Estados Unidos de Norteamérica”.

Explica el marino sueco que las plantas del cacao crecen a los márgenes principalmente del río Guayas, o mejor dicho de su afluente el río Daule que, partiendo a la altura de la Línea Equinoccial, atraviesa casi todo el ‘Departamento’, bien entendido que se daba este último nombre a cada una de las tres secciones administrativas en las que se dividía entonces el territorio ecuatoriano.

Además precisa cómo el cacao pertenece a dos clases diferentes, según los parajes en donde se cultiva, le dan las distintas designaciones. El de “arriba” se llama al cosechado en la mitad superior del río y el de “abajo” al procedente de comarcas inferiores. Asegura Gosselman que el primero es de naturaleza más seca y más apropiado para la exportación, pagándose por consiguiente precios más altos, aunque sea menos rico que el de las regiones inferiores, más húmedo y aromático, no se conserva tanto tiempo y por lo tanto es menos apropiado para la exportación que para el consumo en el país mismo o en otros cercanos .

Después Gosselman apunta que la madera es el siguiente producto en importancia para la construcción de barcos y de casas, y sigue con las referencias al pescado y a las ostras. Muy propio de la misión que le había traído hasta la remota Sudamérica, examina la posibilidad de participar en el negocio de ‘fletes’; menciona las casas de comercio y en el enjundioso informe puntualiza el alcance del término “revolucioncita”, como “pequeña revolución: una palabra adecuada y comprensible solamente para las repúblicas hispanoamericanas”.

Hay que recordar tanto la devastadora plaga vegetal denominada la “escoba de bruja”, la segunda década del siglo XX, cuanto apenas la semana anterior la importantísima cita de 20 países cacaoteros en Guayaquil, para proteger la calidad del privilegiado grano y regular su comercio mundial.

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