Un proyecto europeo en el que ha participado la Universidad de Barcelona (UB) ha logrado producir bioplásticos a partir de residuos orgánicos urbanos y ha demostrado que su comercialización es viable técnica y económicamente.
Construir un edificio ha implicado un doble compromiso: cerrar los ambientes volviéndolos seguros y funcionales y, al mismo tiempo, abrirlos a la vista, al paisaje y al sol.