Biología y arquitectura para la vida

Una frase cliché, que rueda de boca en boca en todas las facultades de arquitectura del mundo, es que esta ‘determina la calidad de vida del hombre’.

Nada más cierto y, asimismo, más lejos de la realidad actual, donde arquitectos y constructores están considerados entre los más contaminantes de las ciudades y sus entornos.

En oposición, existen corrientes arquitectónicas que buscan la disminución de ese aporte contaminante mediante la implementación de ciertas prácticas constructivas, que incluyen el reciclaje y la reutilización como parte de sus herramientas.

Una de esas vertientes es la bioarquitectura, que se relaciona directamente con la salud y con la necesidad de volver los hábitat del ser humano más amables y asequibles.

Curiosamente, este tipo de arquitectura no necesita de grandes inversiones ni de tecnologías rebuscadas, sino de la aplicación de técnicas y prácticas cuyo origen es muy antiguo.

Entre estas se cuentan la utilización de materiales no contaminantes, la climatización tranquila, revestimientos ecológicos y efectos del color. La bioarquitectura evita, asimismo, el exceso de ángulos y las estructuras pesadas o agresivas y privilegia el uso de piedras translúcidas, adobe y troncos de árboles.

Los jardines medicinales, además de sus propiedades terapéuticas, generan microclimas beneficiosos.
El resurgimiento del feng shui no es ajeno a este cambio de paradigma.

Según esta ancestral técnica oriental, las características de la vivienda, su orientación, los materiales con los que está construida y la decoración tienen relación con el bienestar y la salud de quienes la habitan.

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