Una de las teorías más aceptadas por la ciencia para explicar el origen del universo es conocida con el nombre de Big Bang. Según ella, una explosión gigantesca, en un momento indefinido, habría dado origen al universo.
Parece que esta teoría explicara la historia de la política ecuatoriana.
La dialéctica populista del Gobierno pretende que la llegada de Correa al poder es el big bang que da nacimiento al Ecuador. Antes no existían sino el caos y la nada. Se produce entonces la gran explosión que transforma las tinieblas en luz, se separan las aguas de las tierras, nacen las selvas del Yasuní, surgen el sol del Ejecutivo, la luna de la justicia y las estrellas de la Asamblea, se crean los animales que pueblan el Ecuador y las aves de alto y bajo vuelo, se inventan la salud, la educación y las carreteras, y son creados el orden universal, la democracia, los derechos humanos y la estabilidad política. Por eso, exclaman sus adeptos “La patria ya es de todos”, hoy tenemos la abundancia y la felicidad.
“No nos dejemos engañar” -dicen- cuando condenan en los otros los pecados que les son propios. Queman incienso en los altares del “programa” cuya perennidad todo lo justifica. Por eso enseñan a detestar las oscuridades del pasado y divinizan a los iluminados del presente. Lo anterior era antihistoria. Lo presente es el futuro. La antipatria busca prolongarse con fines corruptos -afirman- y endiosan la misma continuidad en el poder para los suyos. Temerosos de una presunta “restauración conservadora” a la que atribuyen todos los males, ordenan al pueblo no olvidar y le piden creer en la palabra del líder sapiente, dispuesto al sacrificio para redimirlo. “Por primera vez en el Ecuador” existen la justicia, la paz. “Ahora tenemos Presidente” -sonríen- mientras niegan la historia de la nación, con sus virtudes y pecados, y anuncian la patria nueva, la patria madre de todas las patrias. Y se regocijan. Llegados al séptimo día de la creación, consideran que todo lo que han hecho está bien y que les falta solamente crear al hombre nuevo y a la nueva mujer para que conduzcan este proceso hasta el paraíso del orden unánime. Pero se percatan que a él ya lo tienen en sus filas y que la fórmula mágica consiste en confiarle, para siempre, la interpretación y administración de los intereses y aspiraciones del pueblo.
¡He aquí la creación en todo su esplendor! Corresponde ahora ser felices y agradecidos, recibir, con una palmada en la inclinada cabeza, el don de la vida en un Ecuador en donde no habrá ni la burguesa división de poderes ni la engañosa alternancia en el poder. Ahora, hay que renacer en el revolucionario descanso del séptimo día, dar las gracias al hacedor de tantos inmerecidos beneficios, rendirle pleitesía y saludarle sumisos: “Sumak Kawsay!”.