La cantidad de ceniza emitida por el volcán en La Palma, el régimen de lluvias de la zona y las pendientes aumentan el riesgo de que se produzcan riadas de barro.
El taller donde dio forma al pegajoso barro sigue como lo dejó. Hasta marzo pasado América Orrala Suárez elaboró las ollas y vasijas como sus antepasados le enseñaron.
El Hambirik Wasi (Casa de Curación, en español) tiene la forma de un caracol. El inmueble, que consta de dos espacios circulares de una planta, resalta entre las viviendas de la comuna Avelino Dávila, en Otavalo (Imbabura).
El alfarero cuencano Néstor Pacheco aprendió las técnicas ancestrales de este oficio de su abuelo y su padre. Pero dejó de elaborar piezas utilitarias como ollas y platos y optó por la línea decorativa.
Los humanos del Neolótico en el Sahara, entonces una sabana, ya procesaban y cocinaban plantas para alimentarse hace 10 200 años y lo hacían en vasijas de barro, según un estudio publicado hoy, lunes 15 de diciembre, por Nature Plant.
La cocina también es una zona de la casa que encierra tradición desde la cosmovisión de los pueblos ancestrales. En algunas zonas hacia el norte de Quito como Pomasqui y San José de Morán, hay familias que todavía prefieren cocinar en leña y, aún más, en horno de barro.
Con sus hábiles manos, Rosa Villalba aprendió a moldear el barro con el que elabora cuadros, vasijas, floreros, fruteros... Estos artículos de cerámica, la mayoría de anaranjado intenso, son una alternativa para la decoración del hogar.
Artesanos de varias comunidades de Ibarra plasman los rostros de hombres y mujeres afroecuatorianos en máscaras de barro, las que pueden utilizarse para la decoración.
Sus tres hijos no se interesaron en continuar con la tradición y legado de más de 100 años. A pesar de eso, Gustavo Ortiz, de 65, sonríe y mantiene el ánimo. Sigue trabajando con el barro en su taller, ubicado en el barrio El Tejar, de la parroquia La Victoria del cantón Pujilí, en la provincia de Cotopaxi.
El uso de los hornos de barro es una tradición ancestral que todavía tiene vigencia en el país. Cultores como el maestro Edmundo Tolagasi o arquitectos como Fausto Acosta, Fernando Honojosa o la lojana Judith Ortega se han vuelto expertos en su fabricación.
El tsunami de barro y desechos mineros que sepultó un pueblo en el sureste brasileño el 5 de noviembre alcanzó el Océano Atlántico y se calcula que se extenderá hasta 9 km desde la desembocadura del río Doce.
Los hornos de barro son una tradición que perdura en el país desde las épocas preincásicas. Muchas poblaciones indígenas y mestizas aún lo usan y hay una tendencia en sumarlo a las viviendas modernas, explica el Arq. Fernando Hinojosa.
Pasando por la carretera desde Ibarra hacia Mira hay un letrero que invita a pasar a la comunidad de Mascarilla. Se entra por una calle silenciosa, cubierta de adoquines, que conduce a la iglesia de la comunidad.