Arbitraje verdadero

Aunque la gran mayoría de los lectores han coincidido con mi artículo ‘Arbitraje militar’, unos pocos miembros cerrados de la oposición y, curiosamente, otros tantos apoyadores incondicionales del Gobierno lo han cuestionado. Para que no quede duda sobre mi punto de vista va esta aclaración.

Pese a una más que centenaria tradición de presencia activa en la lucha por el poder, nuestras constituciones han determinado que las Fuerzas Armadas son obedientes, no deliberantes. La Constitución de 1998, aún más, las declaró “garantes” del sistema constitucional. Con ese antecedente, la mayoría del Gobierno, al redactar la actualmente vigente se eliminó esa y toda frase que pudiera sugerir esa función arbitral.

A más de su función de defensa internacional, las Fuerzas Armadas han cumplido el papel de árbitros de la política. Con un sistema político débil y poco representativo, tomaron el poder directamente varias veces con un proyecto de orden y reformas. Cuando lo dejaron, conservaron gran influencia. Esto es un contrasentido, pero un dato de la realidad.

El que los militares se hayan mantenido como árbitros de nuestra política, quiere decir que son ellos quienes han sostenido o depuesto presidentes en los últimos años. Esto decepcionará a quienes creen que a Mahuad lo derrocaron los indígenas, o que a Bucaram o a Gutiérrez los echaron movimientos ciudadanos. Desde luego, esos hechos no se dieron “en frío”, sino cuando se había generado protesta social y movilización. Entonces los militares actuaron. En unos casos reprimieron a las masas y lograron mantener al presidente. En otros resolvieron “retirar el apoyo” al gobernante y lo embarcaron bajo su custodia fuera del país.

En el Ecuador las tres caídas de los presidentes en 1997, 2000 y 2005, han sido al fin y al cabo acciones militares que han revelado a las Fuerzas Armadas, como árbitro del poder. Esto no quiere decir que los soldados pudieran sacar del Gobierno a una persona cuando desearan. Pero en coyunturas de desestabilización y protesta, han terminado por decidir quien se queda y quien se va.

Al presentar una y otra vez en la cadena nacional del 30 de septiembre el pronunciamiento de respaldo, lo repito, ambiguo y condicionado, del Jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, el gobierno acudió una vez más al arbitraje militar de nuestra tradición política. Era ciertamente curioso ver que los más duros al eliminarlo del texto constitucional, fueron entonces los que más lo defendieron.

Les hará bien al gobierno y, en general, a la democracia, que se tome en serio esta realidad y se busque que el sistema constitucional descanse cada vez más en la legitimidad y el apoyo de las organizaciones sociales y menos en informes clientelas electorales, o peor aún, en las bayonetas.

Suplementos digitales