La carta es corta; sus hits son: Sánduche Cholo, Torta de Chocolate-Maracuyá-Granadilla y Empanada de Amaranto. Foto: Paúl Rivas/ SABORES.
Una opción para pasar las tardes y las noches nada tan reconfortante como tener una cafetería de confianza. Y Roscón califica perfectamente en esa clasificación: un lugar para tomar café o té o cerveza o whisky, pero también para leer, conversar y escuchar buena música, todo al calor de la chimenea. Café Roscón es un sitio lleno de guiños creativos: murales pintados, mesas coloridas, repisas con objetos artístico/artesanales, lámparas con forma de mosca…
Es lógico, porque uno de los dueños de la cafetería, Pablo Ayala, es artista. La propuesta relajada, sin pretensiones, de esta cafetería ubicada en la zona menos movida de La Floresta (calles Madrid y Tolosa), convoca a artistas y gestores culturales; entonces no es raro enterarse de los últimos chismes culturales ni del próximo festival de teatro; o encontrarse de manos a boca con la hoy Ministra de Cultura, una noche de viernes, cuando moros y cristianos se quitan las etiquetas para disponerse únicamente al goce.
Y del goce se encarga, por ejemplo, un té de rosas, que alegra el alma; con los pétalos debidamente dispuestos en el infusor metálico (esos que parecen canastas). En Roscón los detalles cuentan; el anterior es uno de ellos, porque es tan distinto y tan bueno tomar agua de hierbas que no sean de bolsita, ¡sino de hierbas! Y cuando hace calor, están las cervezas, una de las artesanales tan de moda o de las de toda la vida. Siempre las sirven friísimas. Ese es otro detalle, importante, del que no todos los encargados de la restauración gastronómica se percatan. O la decoración que está cuidada al milímetro; un mural de Frankenstein que hipnotiza -pintado por Pablo- da fe de esta vocación detallista.
Elisabeth Caicedo es una de las dueñas de Café Roscón. Foto: Paúl Rivas/ SABORES.
Pero ambiente aparte, la carta de Roscón -básica en oferta, tamaño y también en precio- es un poderoso imán. Aquí va una descripción del Sánduche Cholo (estrella indiscutible del local): queso chedar desliéndose, huevo frito con la yema suave y jugosa, champiñones asados, pedacitos de tocino frito y cebollín ‘espolvoreado’ en un pan de agua pequeño, calientito y suave.
También hay que hacerse la película de la Empanada de Amaranto (el ‘hit’ de los vegetarianos, sobre todo): vegetales tiernos y bolitas de amaranto amalgamados con algo que si no es queso parece serlo, todo envuelto en una masa de harina de trigo consistente y nada grasosa. Ah, y la Torta de Chocolate Maracuyá-Granadilla es, palabra de honor, una fantasía; cortesía de un proveedor francés que ha logrado un sabor y unas texturas superiores con este ¿invento? Esa torta es imperdible para quien vaya a Roscón.
Como imperdible es darse una vuelta por el cuarto de atrás y ver los muebles diseñados por Pablo y, si no hay mucha gente, entablar con él una charla agradable, en confianza, como si se estuviera en casa al calor de la chimenea.