Todos sus compañeros recuerdan ese caminar osado, gracioso, parecido a un baile. Así, alegre, como con fondo
musical, llegaba a las coberturas. Vestía jean, camiseta y zapatos deportivos muy sencillos. Pero su
personalidad juguetona y una sonrisa pícara lo revestían de un aire de rey del mundo.
Paúl Rivas iba a cumplir 46 años este mes. Y seguramente sus amigos lo saludarían llamándolo ‘Rivitas’ o ‘Caramelo’. En casa
le decían ‘Clavito’, por alto y flaco.
Su jefe, Ponto Moreno, lo conoció en otro plano: como uno de los fotógrafos que más propuestas traía para las páginas gráficas
de domingo. Por eso -anota- ganó tantos premios Jorge Mantilla Ortega, en 20 años en EL COMERCIO.
Armando Prado, su editor, cuenta que era muy bueno cubriendo partidos de fútbol. Pero lo que mejor hacía era retratar personas.
Quizá ese don especial para acercarse y hacer que la gente confiara en él, más su profesionalismo, jugaban
a su favor.
Siempre andaba detrás de un tema, como el de Palma Real, en la frontera con Colombia, que está por publicarse. El 16 de abril
del 2016, día del terremoto de Manabí, fue el primero en llegar allá. Envió algunas fotos por WhatsApp.
También retrató a los desaparecidos, los altares de los héroes del Cenepa, etc.
Pero Paúl Rivas tenía un lado dulce que sus allegados también reconocen. Su novia, Yadira Aguagallo, lo ha descrito como
el mejor a la hora de sorprenderla. Y algunos dicen que en su corazón seguro se llevó fotos de su única
hija Carolina, de 22 años, y de su mamá Guadalupe. En estos días de dolor, quienes lo quieren confían
en que estará sonriendo porque por fin pudo volver a darle un abrazo a don Ángel: su papá. De él heredó
la habilidad y el gusto por la fotografía.