Las personas razonamos como zorros o como erizos, dijo Isaiah Berlin en un ensayo sobre Tolstoi y su visión de la historia. Berlin intentó explicar el origen de las ideas utilizando como punto de partida uno de los versos que todavía se conservan del poeta griego Arquíloco y que el exprofesor de Oxford tradujo así: “El zorro sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una sola bien grande”.
Los zorros son, entonces, aquellas personas que han logrado acumular un vasto conocimiento, gracias a su insaciable curiosidad intelectual. Su acendrado espíritu crítico los ha llevado a cuestionarlo todo, a criticar todo lo criticable y a preguntarse incesantemente por el sentido último de las cosas. Joyce y Montaigne, para citar dos ejemplos, pertenecieron a esta categoría, pues ambos fueron grandes críticos de las verdades de su tiempo, dice Berlin en su ensayo.
En cambio, los erizos son aquellas personas que tienen la habilidad de identificar una sola gran verdad y de defenderla hasta las últimas consecuencias. La convicción y la fe que los erizos depositan en esa gran verdad que han encontrado los hace, por ejemplo, excelentes líderes políticos o religiosos pues son capaces, entre otras cosas, de dar un sentido de misión a sus actos y a los de sus seguidores.
Se ha dicho que Churchill fue un gran erizo, ya que pudo transmitir a su pueblo la fuerza moral necesaria para que continúe batallando contra el nazismo, aun cuando la victoria parecía lejana y, en ciertos momentos, hasta improbable.
Pero esa fortaleza del erizo puede hacerle vulnerable en otro frente: el del análisis y la negociación. En determinado momento el erizo puede estar tan absolutamente convencido de que lleva la razón que puede convertirse en un personaje obtuso, incapaz de ver méritos en la postura de alguien más.
En política, pensar y actuar como zorro o como erizo es igualmente importante. El arte consiste en diferenciar cuándo es preferible usar las posiciones de fuerza y cuándo la negociación. El líder exitoso es, precisamente, el que escoge acertadamente una u otra arma, después de haber leído correctamente la coyuntura.
Ahora mismo, ¿necesitamos más zorros que erizos? Me parece que sí. En vísperas de un proceso electoral debe primar el análisis y la negociación. Después, cuando se hayan definido agendas y estrategias, será el turno de los erizos; esos personajes son ideales para protagonizar y lidiar con el fragor de una campaña.
Así que es penoso –por decir lo menos– que en una coyuntura tan delicada como la actual, algunos líderes de las facciones de oposición hayan dejado suelta a su faceta de erizos y se hayan enzarzado en peleas intrascendentes.
Este es el momento de los zorros.