El 7 de marzo del 2009, el Jefe de Estado anunció con enorme entusiasmo el compromiso adquirido por Irán y China para financiar varias centrales hidroeléctricas, incluyendo la muy ambiciosa Coca-Codo Sinclair. Con motivo de ese anuncio, el Presidente fustigo a sus críticos y señalo: “Ahí están los resultados de una política exterior muy coherente del Gobierno Nacional: abriendo nuevos mercados, nuevos contactos, estableciendo relaciones con países que miran con simpatía a Ecuador”.
Mientras la inversión iraní no termina de llegar, las negociaciones con China para el financiamiento de Coca-Codo Sinclair terminaron abruptamente en medio de la protesta ecuatoriana por el maltrato sufrido. El Presidente recibió el gesto chino como una afrenta y advirtió que el suceso no será olvidado. Según varios funcionarios gubernamentales, las condiciones impuestas al Ecuador resultan inaceptables, ya que comprometían activos de la nación, cosa que ni el FMI, en los momentos más oscuros de la “larga noche neoliberal”, se atrevió a pedir. La ira y sorpresa del Gobierno ante el evidente fracaso revela el desconocimiento de nuestras autoridades sobre la forma en que China maneja sus relaciones económicas internacionales y el capitalismo a ultranza que aplica a la hora de hacer negocios.
“Mientras cace ratones, tanto da gato negro o gato blanco”, aseguraba el líder chino Deng Xiaoping, al referirse al papel de la ideología en el desarrollo económico. El brutal pragmatismo contenido en esta frase resume la visión de la China actual sobre sus relaciones económicas. Si bien China no condiciona su ayuda o inversión a lineamientos ideológicos -excepción hecha del tema Taiwán-, es célebre la forma implacable en que negocia. El Eximbank de China ha financiado múltiples represas hidroeléctricas en diversos países, particularmente en África y Asia. Un diplomático occidental comentaba en el 2007 que, a fin de asegurar el pago de los préstamos, China no tenía empacho en ejercer presión sobre sus deudores y exigir la elevación de las tarifas eléctricas mucho después de concedido el préstamo. En el caso ecuatoriano, las condiciones impuestas delatan dos cosas: desconfianza en el proyecto y desconfianza en el país. Según varios analistas internacionales, la actitud del Eximbank revelaría que el proyecto Coca-Codo Sinclair no luce enteramente viable para los chinos y que el compromiso formal del Ecuador de pagar una deuda no es suficiente en estos tiempos.
El zarpazo chino es una gran lección para un país como el Ecuador que concibe su política exterior bajo un enfoque exclusivamente ideológico. Pensar que la solidaridad comunista podría prevalecer sobre los intereses económicos de China revela una enorme y peligrosa candidez. El mundo no funciona así.