Ahora puede hacerse realidad el eslogan de la reelección del presidente Rafael Correa. Terminada la campaña de los gobiernos seccionales se ha evidenciado que el Ecuador unipartidista de Alianza País era una ficción, que el Ecuador real tiene multitud de movimientos políticos; que tiene, incluso bajo la bandera verde, varios partidos; que hay, dentro del propio palacio, varias facciones y que el Presidente debe gobernar a todos; ahora, que ha vuelto al Palacio, podemos repetir: ya tenemos Presidente.
Que deje a los derrotados que expliquen su derrota y a los victoriosos celebrar sus victorias, de ambos hay entre sus “leales”. Que deje que los vanidosos conviertan el fracaso en victoria; que sus aliados agranden el triunfo y se den el lujo de ofrecerle apoyo en la derrota y le adulen con la oferta de la reelección indefinida.
Que se dedique, a solas, a reconocer que el pueblo ha rechazado un aparato publicitario grosero y costoso; un sistema judicial ágil para los funcionarios y lento para el ciudadano; un sistema electoral timorato y lerdo; una Corte Constitucional calculadora; y, después de reconocerlo que voltee la tortilla y ponga el aparato estatal al servicio del ciudadano, que construya el país de derechos que ofrece la Constitución.
Desde el Palacio de Gobierno que ponga en orden el país. Que arroje del templo a los mercaderes, si es que existieron, que negociaron candidatos, ofrecieron grandes obras, traficaron con los presupuestos y utilizaron recursos públicos en campañas de candidatos engolosinados en el poder o deseosos de acercarse al trono. Que oxigene el Gabinete con gente capacitada y dispuesta a servir al país en las difíciles condiciones que se avecinan y permita que se retiren los políticos de consignas y los intrigantes de oficio. Que los cambios no se conviertan en distribución de premios y castigos y los fracasados en la política local no sean puestos a manejar la política nacional. Que arme un Gabinete plural como el país, con gente de servicio y trabajo.
Que se quede en el Palacio de Gobierno recibiendo a los empresarios que quieren producir más y crear más empleos, buscando nuevos mercados para nuevos productos y recuperando los mercados perdidos. Que establezca relaciones amistosas con los países que nos envían técnicos y tecnología, capitales y emprendedores, turistas y benefactores; no con los países que nos envían aventureros, espías y adoctrinadores. Que sea el gran negociador que alcance un tratado original y beneficioso con Europa, que acuerde el distanciamiento con la Alianza Bolivariana (Alba) y el acercamiento con la Alianza del Pacífico.
Si este fuese el resultado de las elecciones seccionales, los ciudadanos habríamos alcanzado una victoria más allá de lo soñado. Habríamos hecho realidad el mejor eslogan de los publicistas del palacio: “Ya tenemos Presidente”