Producto de una extraña estrategia, tanto en Quito como en Guayaquil, los candidatos no gobiernistas a las alcaldías se han olvidado de que en ambas ciudades el voto ciudadano es múltiple. Por lo menos vale por dos: para elegir al Alcalde y al Prefecto, a más de concejales y consejeros. De no variar el panorama, por impericia o cualquier otra razón, los candidatos en estas provincias regalan la Prefectura y afectan el efecto sobre sus propias candidaturas. Da la impresión que desconocen o lo aparentan, que la mayoría de los votos para las dignidades provinciales nacen de los grandes centros electorales como son Quito y Guayaquil.
En la historia institucional del Ecuador, las prefecturas provinciales ocupan un lugar sin tradición y no sería sorpresa que en algún anecdotario de lo insólito aparezcan reconocidas. No hay que olvidar que somos un producto imperfecto y dubitativo entre la República unitaria y los Estados federales; por eso los constituyentes hace algunas décadas crearon esta extraña entidad que no es Alcaldía ni Gobernación. Además, hicieron varias diferencias poco comprensibles en lo que respecta a las funciones y límites entre gobernaciones, prefecturas y alcaldías. Para entender el laberinto se puede empezar por la provincia de Pichincha en la que existe una Prefectura con mucha incidencia ante el poder central, tiene la principal Alcaldía del país, pero no tiene Gobernación. Debe interpretarse que se consideró suficiente que la provincia era el domicilio del Jefe de Estado y de los diferentes ministros. ¿Está claro…? En otros casos, las prefecturas son muy importantes y de considerable peso político como en Manabí y El Oro, entre otras. Un caso particular se produce en la provincia del Guayas donde el peso de la Municipalidad de Guayaquil es de tal naturaleza que la Prefectura provincial ha sido relegada a ser parte de un engranaje sin ninguna importancia hasta la actual coyuntura. Los actores políticos nunca consideraron que una Prefectura con presencia y solvencia, podía ser un buen blindaje frente a las apetencias del centralismo en épocas pasadas o del autoritarismo avasallante del presente.
Es probable que se argumente, que eliminarlas del mapa institucional equivaldría a caer en un semifederalismo. Es un error, pues, los gobernadores en nuestra estructura son funcionarios administrativos y móviles a órdenes del Ejecutivo. Probablemente, se confunden con Venezuela o Argentina donde los gobernadores son representantes y no designados; por lo tanto disponen de un poder político y hasta de chantaje frente al Gobierno.
Por este motivo en algunas provincias, las prefecturas pueden convertirse en una perversa trampa diabólica, pues si llegan a un pacto con el Gobierno pueden liquidar cualquier autonomía municipal por histórica que sea. Es posible que no se crea en el diablo, pero que existe, existe.